Ella sabía (donde estaba el porro)

Jazmín Stuart y Daniel Hendler en 'Los paranoicos'
"¿De dónde sos?", pregunta él, Luciano Gauna. "¿Cómo de dónde soy?", responde ella, Sofía, sentada a su lado. "Claro... ¿De dónde saliste?", insiste él. La charla, teñida por el alcohol y el porro, va derivando hacia cualquier lado. El director la troza con habilidad, evita las explicaciones tediosas y sólo muestra lo necesario. Importa más lo que se va generando que lo que se dice. Sobre el final de la escena el manual de lugares comunes del cine imponía un beso. Pero no: Luciano termina en el baño, vomitando.

Afiche de 'Los paranoicos'
LOS PARANOICOS (2008)
Fecha de estreno: 23 de octubre. País: Argentina. Duración: 102 minutos. Dirección: Gabriel Medina. Producción: Sebastián Aloi y Nicolás Tacconi. Guión: Nicolás Gueilburt y Gabriel Medina. Fotografía: Lucio Bonelli. Montaje: Nicolás Goldbart. Música original: Guillermo Guareschi. Elenco: Daniel Hendler (Luciano Gauna), Jazmín Stuart (Sofia), Walter Jakob (Manuel), Martín Feldman (Martin), Miguel Dedovich (Dodi).

Esa es una de las mejores escenas de Los paranoicos, debut en la dirección de Gabriel Medina. Y sirve también para dar una idea de todo el resto. Cada vez que la película parece ir hacia el lugar común, hacia el costumbrismo, lo gambetea. Incluso el final, un típico happy ending, parece más inexorable que previsible.

La vida opaca y cansina de Luciano se ve sacudida por la llegada de Manuel, un viejo amigo que triunfó en España como productor de una exitosa serie de TV. Manuel trae a Sofía, su hermosa novia, que por motivos que no viene al caso explicar termina instalada en la casa de Luciano. Conflicto.

Es cierto que el film no escapa al clásico modelo de hombre de treinta y pico conflictuado que conoce chica que anda con otro, etcétera, etcétera. Que en el medio echa mano a algunos recursos bastante visitados (¿cuántas veces se vio en los últimos años un personaje que trabaja dentro de un traje de algo, ya sea repartiendo folletos, animando fiestas o vendiendo globos, como forma de ilustrar su monótona existencia?). Que el espesor de Luciano (Daniel Hendler, que aunque no sale de su registro de siempre entrega algunos matices respecto al publicitario "Mamá, papá, ¿qué pasó?") no se encuentra en los otros dos personajes centrales, bastante más chatos.

Pero Medina sabe contar la historia. Filma bien y musicaliza mejor. Tiene timing y no estupidiza a los personajes. Cine argentino mainstream del bueno, lo que no es poca cosa.

Hay otra gran escena. No, no es ninguno de los tan comentados bailes al ritmo de Todos tus Muertos y Farmacia. Se trata de la que comienza a resolver el conflicto. En la casa de Luciano, mientras éste y Manuel debaten su hombría en la Playstation, Sofía, poco interesada en el combate, se mueve con total naturalidad en búsqueda de un porro. Manuel la mira. "¿Ahora vas a fumar?", recrimina. Pero en realidad se queja de otra cosa. Porque comprende -como comprende el espectador, sin necesidad de diálogos ni explicaciones- que está todo dicho. ■

Dos en el camino

Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee en 'The Road'
Padre e hijo caminan de la mano. Es de noche y tienen hambre. Están mal abrigados para tanto frío. Empujan un carrito donde llevan unas pocas cosas que fueron juntando por el camino. A su paso todo parece indiferente, como si el mundo los ignorara.

La descripción podría pertenecer a La carretera, de Cormac McCarthy, ganadora del Premio Pulitzer el año pasado. Pero también a cualquiera de las cientos de personas que todos los días recorren las calles de Buenos Aires en búsqueda de algo (cartones, plásticos, vidrios) que les permita sobrevivir. Ahí radica el problema de la última novela del estadounidense.

Tapa de 'La carretera'
LA CARRETERA
Título original: The Road
Autor: Cormac McCarthy
Traducción: Luis Murillo Fort
Editorial: Mondadori
Páginas: 216
Publicación: 2007

¿Por qué trasladar la acción a un mundo postapocalíptico, devastado por vaya a saber qué, para narrar las horribles desventuras de un padre y su pequeño hijo? ¿Por qué, si hay gente que padece iguales o peores circunstancias hoy, antes de que cualquier desastre arrase con la Tierra? El relato de McCarthy es banal, por momentos cruel en extremo (suele bordear el golpe bajo al recurrir demasiado al chico para describir las atrocidades diarias) y en otros sorprendentemente concesivo. Tanto sufrimiento lo va tornando previsible mientras se suceden las páginas, y no aporta novedades a la saga de los últimos sobrevivientes en la Tierra.

Pero, claro, McCarthy tiene una prosa poderosa, lacónica, por momentos magistral, que torna fascinante el relato. Escribe cosas como éstas: "Noches más tenebrosas que las tinieblas y cada uno de los días más gris que el anterior". O éstas: "Y los sueños tan llenos de color. ¿Cómo si no te reclamaba la muerte? Al despertar en el frío amanecer todo se volvía ceniza al instante. Como ciertos frescos antiguos sepultados durante siglos y expuestos de repente a la luz del día". O, por qué no, como éstas: "El mundo al poco tiempo poblado mayormente por hombres que se comían a tus hijos ante tus propios ojos y las ciudades en poder de bandas de atezados saqueadores que abrían túneles en las ruinas y salían reptando de los escombros blancos de dientes y ojos con las bolsas de malla repletas de latas chamuscadas y anónimas como compradores salidos de los economatos del infierno".

McCarthy nació en Rhode Island en 1933. Apenas ofreció tres entrevistas en su vida y sólo se le conocen un par de fotos. Publicó por primera vez en 1965, pero recién en 2000 su obra fue llevada al cine, cuando Ted Tally adaptó y Billy Bob Thornton dirigió Espíritu salvaje (All the Pretty Horses). El año pasado los hermanos Coen estrenaron Sin lugar para los débiles (No Country for Old Men), que ganó cuatro premios Oscar y desató una especie de mccarthymanía en Hollywood y sus arrabales.

Según IMDb, el desconocido Stephen Imwalle tiene lista Outer Dark, basada en la novela homónima de 1968. Todd Field está trabajando en la producción de Blood Meridian, relato de 1985. Y el neozelandés Andrew Dominik, director de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, 2007), quiere filmar Cities on the Plain, según un artículo de Los Angeles Times.

Viggo Mortensen y Charlize Theron en 'The Road' (click para ampliar)
Pero lo que más interesa aquí es la adaptación de La carretera, que se estrenará en Estados Unidos el próximo 26 de noviembre y aún no tiene fecha en Argentina. La dirigió el australiano John Hillcoat, que cuenta con un antecedente interesante: The Proposition (2005), que aquí LK-Tel editó directamente en DVD como Propuesta de muerte, un violento western escrito por Nick Cave que, aunque solemne y algo pretencioso, es bastante atípico y sin dudas vale la pena ver.

The Road, que costó unos 20 millones de dólares, tendrá su preestreno en Nueva York y Los Angeles a mediados del mes que viene, por lo que aún no hay mucho para contar. Pero algunos datos, el elenco y las primeras imágenes permiten hacer algunas especulaciones. La elección del reparto parece en principio acertada: Viggo Mortensen será el hombre (así, sin nombre propio, igual que en el libro; punto a favor); Charlize Theron su esposa, que sólo debería aparecer en algún efímero flashback; y Guy Pearce y Robert Duvall tendrán papeles secundarios. Del chico, Kodi Smit-McPhee, nada se puede decir.

El español Javier Aguirresarobe se encargó de la fotografía, uno de los máximos desafíos de la adaptación: ponerle imágenes a las palabras de McCarthy es una carrera que se corre en desventaja. Pero la clave, se anima a aventurar este bloguer, pasará por otro lado: cómo capturar lo mejor de la novela (los climas desoladores, los paisajes devastados, la relación compleja entre padre e hijo) sin caer en los golpes bajos, los lugares comunes y las concesiones. Se otorga el beneficio de la duda. ■

Fue dicho

Caballeros, si yo llego a hacer una película a favor de la guerra confío en que me arresten y me fusilen, porque lo merecería.
John Huston en 1945, ante un grupo de militares que acababan de ver, en una función privada, el documental The Battle of San Pietro, filmado durante la Segunda Guerra Mundial en Italia. Los generales y coroneles habían cuestionado la fuerte carga antibélica de la película, que en Argentina se pudo ver en durante el séptimo Bafici.

Más conflictiva aún fue Let There Be Light (1946), un documento narrado en off por su padre Walter sobre las consecuencias físicas y psíquicas de la guerra en numerosos soldados estadounidenses. Tal es así que el Ejército, que la había financiado, no permitió su estreno hasta 1980. ■

Zombie, levantate y anda

Escena de 'La noche de los muertos vivos'
Eran casi las diez cuando los espectadores comenzaron a ovacionar de pie. Pero es probable que muy pocos, tal vez ninguno de los presentes aquella lejana noche en el Fulton Theatre de Pittsburgh, en Pennsylvania, hayan advertido que lo que acababan de ver era una obra seminal, reinventora de todo un subgénero, que abriría un camino hasta entonces muy poco explorado.

Afiche de 'La noche de los muertos vivos'
LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVOS (1968)
Título original: Night of the Living Dead. Fecha de estreno: en Estados Unidos, 1 de octubre. País: Estados Unidos. Duración: 96 minutos. Dirección: George A. Romero. Producción: Karl Hardman y Russell Streiner. Guión: John A. Russo y George A. Romero. Fotografía: George A. Romero. Montaje: George A. Romero y John A. Russo. Elenco: Duane Jones (Ben), Judith O'Dea (Barbra), Karl Hardman (Harry Cooper), Marilyn Eastman (Helen Cooper), Keith Wayne (Tom), Judith Ridley (Judy), Kyra Schon (Karen Cooper).

Aquello ocurrió el sábado 1 de octubre de 1968. Un veinteañero llamado George Andrew Romero acababa de presentar La noche de los muertos vivos, su primera película, realizada de manera independiente, con un presupuesto de apenas 115 mil dólares, la ayuda de varios amigos y una inteligencia que, con los años, la colocaría como una de los obras de terror más influyente de todos los tiempos.

Las películas de zombies, por supuesto, existían desde hacía rato. Y otros directores, con el pionero Herschell Gordon Lewis a la cabeza, se habían adentrado en el gore en el intento por llevar más allá los límites del único género cinematográfico que se define por lo que produce en el espectador. Es bastante clara la influencia de Soy leyenda (1954), el excelente relato de Richard Matheson, y de Seres de las sombras (The Last Man on Earth, Ubaldo Ragona y Sidney Salkow, 1964), su primera adaptación cinematográfica. También de Río Bravo (1959), aquel gran western de Howard Hawks. Pero Romero inventó toda una iconografía: aunque se esbozan teorías, no hay certezas sobre el origen de los zombies, que no están relacionados con el vudú haitiano; se alimentan de carne humana (y no de cerebros, como una divertida secuela falsa se encargó de instalar); sólo se los puede eliminar de un disparo en la cabeza o, en su defecto, arrancándosela de cuajo; se mueven despacio y de manera torpe porque, claro, están muertos.

El joven realizador fue mucho más allá: le otorgó al film una impronta eminentemente política. Y lo hizo de la mejor manera. En el libro Midnight Movies -que, lamentablemente, aún no tiene edición en castellano- el crítico estadounidense Jim Hoberman sostiene que la película "constituyen un corte transversal sobre tipos norteamericanos medios; podría decirse que La noche... fue a Vietnam lo que algunos films baratos de ciencia ficción habían sido a la Guerra Fría: una metáfora brillante, de final abierto, para las grandes ansiedades de su época. La noche... ofreció el retrato más literal posible de Norteamérica devorándose a sí misma".

En este sentido acertó al colocar a los zombies en un segundo plano, como una amenaza constantemente latente pero no siempre concreta. La noche... es una película de interiores, donde los conflictos estallan entre los sobrevivientes recluidos en el improvisado búnker. Los muertos vivos son entonces una manera de alegorizar acerca de los problemas y las miserias de una sociedad. A tal efecto no hace falta más que remitir a la escena final, tan arrasadora como inteligente.

George A. Romero en agosto de 2007 (click para conocer al autor de la foto) Con los asesinatos de Malcom X y, sobre todo, Martin Luther King todavía frescos en la memoria estadounidense, colocar a Duane Jones como el héroe de la historia en una época en la que el único negro bueno de Hollywood era Sidney Poitier fue otro de los grandes hallazgos de la película. Aunque Jones haya sido elegido por sus aptitudes como actor y no por el color de su piel, se gambeteó la corrección política y evitó todo tipo de explicaciones: nunca en el film se menciona que Ben es negro, lo que hace a la película realmente antirrascista.

A todo esto hay que sumar otro mérito, para nada menor: La noche... es una gran película de género. Las cuatro décadas transcurridas ratifican su vigencia, con climas que hielan la sangre y una estética por momentos casi documental que se ve acrecentada por el blanco y negro. Romero, es cierto, nunca fue un virtuoso, y para potenciar las tensiones dentro de la casa echa mano a algún estereotipo, lo que de todos modos no desmerece un relato tan perturbador como poderoso.

Por eso, entre otras cosas, la primera de la larga saga (que ya lleva cinco realizaciones y promete una sexta para el año próximo) sigue siendo la mejor. En el resto, y cada vez más a medida que se suceden los episodios, los zombies son casi una excusa para bajar línea. A veces de manera lúcida, como en El amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 1979); en otras con la impresión de que no se tiene claro qué se quiere decir, como en El diario de los muertos (Diary of the Dead, 2007).

Imitada y parodiada decenas de veces, la ópera prima de Romero generó en el mundo secuelas, remakes y rip-off de todo tipo y color. Sería demasiado extenso y pretencioso explayarse aquí sobre el asunto [1]; basta decir que hasta Argentina, país poco adepto al género, ha tenido sus ejemplos de la mano (¿por culpa?) de la gente de Farsa Producciones. Sí puede afirmarse, en cambio, que La noche... se constituyó a fuerza de méritos propios en una película fundamental, que inauguró el terror moderno e influyó de manera decisiva en varias generaciones de realizadores. Aunque hoy, a 40 años de su estreno, la afirmación ya esta más cerca de la perogrullada que del elogio. ■

[1] Un buen repaso sobre el cine de zombies se puede leer en la nota Todos tus muertos, publicada el 23 de marzo de este año en el suplemento Radar de Página/12.

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