LA OBRA MAESTRA QUE APARECIO EN BUENOS AIRES
"Escribí una historia totalmente diferente que podía ser contada con las imágenes disponibles", admitió en su autobiografía el dramaturgo Channing Pollock, responsable de adaptar Metrópolis al mercado de EE.UU. Pollock reescribió los intertítulos, cortó varias escenas y resignificó otras para dejar el filme en 115 minutos. Mientras su mutilada versión recorría el mundo, en Alemania Alfred Hugenberg, a cargo de la productora UFA, decidió retirar la película de los cines y relanzar una versión más corta, sin ninguna "tendencia comunista". Así, entre ambos se encargaron de destruir la creación de Fritz Lang.
Pero Adolfo Zicovich-Wilson, rumano-argentino dueño de la distribuidora Terra, había visto Metrópolis en Berlín. Y había traído a Buenos Aires una copia en 35 mm, que luego de una gran campaña publicitaria (ideada por Leopoldo Torre Ríos) se estrenó en mayo de 1928. Una de esas copias pasó a manos del coleccionista Manuel Peña Rodríguez, que la prestó para que el Cine Club Núcleo la exhibiera en 1959. Como el celuloide estaba un poco contraído y "flameaba" al pasar por el proyector, Salvador Sammaritano, fundador del cineclub, puso el dedo en el aparato para estabilizar la proyección. "Me quedé así dos horas y media", contó.
El dato del dedo alertó al investigador Fernando Martín Peña, que desde fines de los ochenta intentó sin suerte que le dejaran ver la copia, que reducida a 16 mm dormía en el Fondo Nacional de las Artes. Lo logró en 2008, cuando la lata estaba guardada en el porteño Museo del Cine, y comprobó que se trataba de la copia más completa del filme en el mundo, lo que permitió una restauración. Peña contó la fascinante historia –que habla de la desidia estatal para resguardar la producción audiovisual– en su libro Metrópolis (Fan Ediciones).
El póster, creación del pintor alemán Heinz Schulz-Neudamm, muestra a la robot humana interpretada por la bella Brigitte Helm y, detrás, a la futurista megalópolis de 2026 en la que transcurre la historia. Se trata de la versión internacional, sin los créditos, de la que sólo hay otras tres copias conocidas en el mundo: una en el Museo de Arte Moderno de Nueva York; otra en la Biblioteca Nacional de Austria, en Viena; y la tercera en manos de un coleccionista privado que, se cree, es Leonardo Di Caprio. Una versión alemana del mismo afiche había sido vendida en 2000 en 357.750 dólares.
Al margen del valor que algún adinerado fanático esté dispuesto a pagar ahora, ya se trata del afiche más caro de la historia. El coleccionista estadounidense Kenneth Schacter había desembolsado 690 mil dólares en 2005 para quedarse con él, cifra que sigue siendo la más alta jamás pagada por un póster de cine.
Pero Schacter, reconocido coleccionista, entró en desgracia. Según publicó la revista The Hollywood Reporter, en diciembre pasado se declaró en bancarrota por una deuda de 500 mil dólares con un prestamista, y dijo que el afiche de Metrópolis sólo valía 250 mil dólares. Pero en marzo intentó subastar el póster en el sitio especializado Movie Poster Exchange con una base de 850 mil dólares. Cuando el prestamista se enteró creyó que Schacter estaba ocultando el valor real de sus bienes y lo denunció ante la Justicia. La subasta se suspendió el 12 de marzo y Schacter fue embargado.
El síndico John Menchaca, del Tribunal de Quiebras de Los Angeles, está inventariando su colección, que también incluye otras dos joyas: un afiche original de King Kong (1933), que en 1999 se vendió en 244 mil dólares y hoy podría valer más del doble; y un cartel publicitario (teaser, en inglés) de El hombre invisible (1933). Cuando concluya el trámite judicial –antes de fin de año, se calcula– saldrán a subasta.
Muda, visualmente revolucionaria, vinculada por algunos al inminente surgimiento del nazismo (algo que Lang siempre rechazó), con un guión por momentos pueril y un desenlace reaccionario –ese candoroso abrazo reconciliador entre Capital y Trabajo–, Metrópolis es una de las grandes películas de la historia del cine, una obra maestra absoluta cuya notable influencia se extiende hasta hoy. Escrita por Lang y su entonces esposa Thea Von Harbou (luego conspicua colaboradora nazi), fue estrenada en Berlín en enero de 1927, y apenas unos meses después comenzó a ser manoseada y mutilada. Su versión original se creyó perdida durante décadas, hasta que en 2008 apareció una copia casi completa en Buenos Aires (ver La obra maestra que...).
"La importancia histórica de la película y la belleza art decó del afiche se combinan para convertirlo en la joya de la corona del mundo de los pósters de cine", explicó el especialista Sean Linkenback. En unos meses se sabrá cuál es realmente su valor. ■
[*] Versión ligeramente modificada de un artículo publicado en la edición de hoy del diario Clarín de Buenos Aires.
Entradas relacionadas
> El malo de Metrópolis
0 comentarios:
Publicar un comentario