Mi única fe está en los huesos rotos
y las contusiones que muestro.
Bruce Springsteen, The Wrestler.
Podría haber sido una gran película El luchador. Podría haber sido una gran película dentro de esas -casi un subgénero- que cuentan lo que ya se contó decenas de veces: la historia de alguien que conoció la gloria, tocó fondo y, con el dolor de ya no ser, intentó un regreso. De esas que de entrada parecen inexorablemente destinadas a transitar montones de lugares comunes y que, más que esquivarlos, necesitan plantearse cómo abordarlos. Darren Aronofsky no supo cómo. O, para ser precisos, eligió mal. Salió una buena película, casi a pesar suyo. Pero podría haber sido una mucho más grande.
Hay dos escenas, bien planteadas pero mal resueltas, que funcionan como paradigma de lo que la película podría haber sido y no fue.
Una, la primera en órden cronológico. Randy arma en soledad su stand en una decadente feria para fans. Los escasos concurrentes se sacan una foto con él, le piden un autógrafo, le compran algún souvenir por unos pocos dólares. Cuando el asunto ya está más que claro, cuando sabemos qué pasa por la cabeza de Randy y sólo podemos sentir empatía por él, la cámara de Aronofsky hace un paneo, que no se priva de algunos zooms y planos detalle, del resto de los luchadores y las secuelas de sus batallas. Acompaña, más bien subraya, una guitarra a lo Santaolalla en Babel.
Otra, la segunda. Randy va a trabajar por primera vez atendiendo al público en un supermercado. En el baño, frente al espejo, se coloca la cofia y el carnet que lo identifica. Sale a recorrer el largo camino hasta el mostrador y la cámara lo sigue de cerca, en un prolongado travelling. Otra vez, cuando el asunto ya está claro, comienzan a sonar aplausos y gritos de un público enfervorizado, cada vez con mayor intensidad, hasta que desaparecen de manera abrupta cuando cruza la última cortina.
Alejado del estilo recargado de sus anteriores obras, el director quiso acercarse a una estética documental, seca y austera. Lo logró a medias: los subrayados y algunos manierismos atentan contra esas pretensiones. El "realismo" choca de frente contra escenas como las narradas más arriba.
El luchador es buena, en gran medida, porque Mickey Rourke la sostiene. Sin él (en algún momento se mencionó al insufrible de Nicolas Cage) no habría sido lo mismo. No porque haya paralelos con su vida privada -que los debe haber- sino por su actuación, notable, visceral y emotiva. Como Randy en el cuadrilátero, Mickey deja la piel en cada escena. Como Marisa Tomei con su impecable Cassidy, la striper que también vive de su cuerpo y advierte -con más lucidéz que su inflamado amigo- el implacable paso del tiempo.
Quienes no se emocionan cuando Rocky golpea una media res al ritmo de Gonna Fly Now -uno de los grandes momentos de la cultura popular de las últimas décadas- verán en El luchador una larga sucesión de clichés. Los que, en cambio, disfrutamos de las emociones deportivas vemos los códigos propios de este tipo de películas. Como en una pelea de catch, aceptamos el contrato implícito aunque, una pena, en este caso incluya algunos excesos cortesía de Aronofsky. Pero como la despareja historia del Semental Italiano, El luchador se convertirá en un clásico, en una de esas que volveremos a ver cada vez que irrumpa en un zapping. Para disfrutar, otra vez, esa gran película que pudo haber sido y no fue. ■
> Actualización. En uno de los comentarios revisé algunas cuestiones sobre este post.
y las contusiones que muestro.
Bruce Springsteen, The Wrestler.
Podría haber sido una gran película El luchador. Podría haber sido una gran película dentro de esas -casi un subgénero- que cuentan lo que ya se contó decenas de veces: la historia de alguien que conoció la gloria, tocó fondo y, con el dolor de ya no ser, intentó un regreso. De esas que de entrada parecen inexorablemente destinadas a transitar montones de lugares comunes y que, más que esquivarlos, necesitan plantearse cómo abordarlos. Darren Aronofsky no supo cómo. O, para ser precisos, eligió mal. Salió una buena película, casi a pesar suyo. Pero podría haber sido una mucho más grande.
EL LUCHADOR (2008)
Título original: The Wrestler. Fecha de estreno: en Estados Unidos, 17 de diciembre; en Argentina, 19 de febrero de 2009. País: Estados Unidos y Francia. Duración: 115 minutos. Dirección: Darren Aronofsky. Producción: Darren Aronofsky, Scott Franklin, Ari Handel, Agnès Mentre. Guión: Robert D. Siegel. Fotografía: Maryse Alberti. Montaje: Andrew Weisblum. Música original: Clint Mansell. Elenco: Mickey Rourke (Randy "The Ram" Robinson), Marisa Tomei (Cassidy), Evan Rachel Wood (Stephanie Robinson), Mark Margolis (Lenny), Todd Barry (Wayne), Wass Stevens (Nick Volpe), Judah Friedlander (Scott Brumberg).
Hay dos escenas, bien planteadas pero mal resueltas, que funcionan como paradigma de lo que la película podría haber sido y no fue.
Una, la primera en órden cronológico. Randy arma en soledad su stand en una decadente feria para fans. Los escasos concurrentes se sacan una foto con él, le piden un autógrafo, le compran algún souvenir por unos pocos dólares. Cuando el asunto ya está más que claro, cuando sabemos qué pasa por la cabeza de Randy y sólo podemos sentir empatía por él, la cámara de Aronofsky hace un paneo, que no se priva de algunos zooms y planos detalle, del resto de los luchadores y las secuelas de sus batallas. Acompaña, más bien subraya, una guitarra a lo Santaolalla en Babel.
Otra, la segunda. Randy va a trabajar por primera vez atendiendo al público en un supermercado. En el baño, frente al espejo, se coloca la cofia y el carnet que lo identifica. Sale a recorrer el largo camino hasta el mostrador y la cámara lo sigue de cerca, en un prolongado travelling. Otra vez, cuando el asunto ya está claro, comienzan a sonar aplausos y gritos de un público enfervorizado, cada vez con mayor intensidad, hasta que desaparecen de manera abrupta cuando cruza la última cortina.
Alejado del estilo recargado de sus anteriores obras, el director quiso acercarse a una estética documental, seca y austera. Lo logró a medias: los subrayados y algunos manierismos atentan contra esas pretensiones. El "realismo" choca de frente contra escenas como las narradas más arriba.
El luchador es buena, en gran medida, porque Mickey Rourke la sostiene. Sin él (en algún momento se mencionó al insufrible de Nicolas Cage) no habría sido lo mismo. No porque haya paralelos con su vida privada -que los debe haber- sino por su actuación, notable, visceral y emotiva. Como Randy en el cuadrilátero, Mickey deja la piel en cada escena. Como Marisa Tomei con su impecable Cassidy, la striper que también vive de su cuerpo y advierte -con más lucidéz que su inflamado amigo- el implacable paso del tiempo.
Quienes no se emocionan cuando Rocky golpea una media res al ritmo de Gonna Fly Now -uno de los grandes momentos de la cultura popular de las últimas décadas- verán en El luchador una larga sucesión de clichés. Los que, en cambio, disfrutamos de las emociones deportivas vemos los códigos propios de este tipo de películas. Como en una pelea de catch, aceptamos el contrato implícito aunque, una pena, en este caso incluya algunos excesos cortesía de Aronofsky. Pero como la despareja historia del Semental Italiano, El luchador se convertirá en un clásico, en una de esas que volveremos a ver cada vez que irrumpa en un zapping. Para disfrutar, otra vez, esa gran película que pudo haber sido y no fue. ■
> Actualización. En uno de los comentarios revisé algunas cuestiones sobre este post.
Interesante mirada, che. Tenía ganas de pasar por el cine, pero me parece que la voy a pedir. No me quedó claro lo del insufrible de Nicolas Cage, no sé qué quisiste decir. Como siempre, gracias. El blog es didáctivo, educativo. Abrazo.
ResponderEliminarMuy buena nota.De todos modos, creo que esos fallos que señalan no la rebajan tanto. Por ejemplo, al lado de Boyle Arnosky es Vertov.Es decir, salvando las distancias y justificaciones ("que es un cuento de hadas" que esto que lo otro) el subrayado de slumdog te da ganas de ir al baño o preguntar por el que te contaba el argumento. Además, RAchel Evans, la Tomei,"elayatolah" están muy bien también.Por supollo que Mickey es palabras mayúsuclas. Por último el acierto no solo de elegir a MR para el papel (estapeli es inimaginable con N CAje) sino de elegir el tema. Quiero decir, el catch con su cosa circense permite trabajar mejor que cualquier "deporte" y creo que eso lo resuleven bien. LEs permite escapar de la cosa del 2triunfo deportivo" para ir directo a otras cuestiones. Coincido en que "pudo ser"Pero,por ejemplo, la escena del "baile" de el en el bar: pudos er mejorpero está muy bien, evita el subrayado burdo. Es cierto que después cae en otros momentos en ese mismo absurdo pero hay momentos mejores como cuando está solo y sale a un ring con pocas sillas Subrayado? puede ser, pero también te pone rápidamente en el contexto
ResponderEliminarMuy bueno
PD: Estoy esperando tus devoluciones sobre Slumdog...
Pelado. Si podés, te recomiendo mirarla en el cine. En DVD (o en algunas de esas copias de calidad aceptable que andan dando vueltas) se pierde un montón.
ResponderEliminarJB. Yo creo que los desaciertos hacen de El luchador una película de, digamos, seis o siete puntitos, cuando podría haber sido de nueve. Eso me da bronca.
Estoy de acuerdo con lo de la elección del elenco y el tema. Y la escena del bar está bien, sí, igual que algunas otras (el plano del comienzo; cuando sale a correr por el bosque; cuando le lleva los regalos a su hija; etcétera). Me molestaron, sobre todo, las dos que mencioné y la del supermercado, cuando él estalla: era obvio que iba a estallar -lo cual no me molesta- pero Aronofsky y su guionista lo resolvieron mal, con lo de la viejita hincha pelotas y el tipo que lo reconoce.
Perdón por lo de Slumdog... Estuve medio colgado y no respondí ni un comentario. Prometo ir.
Gracias por los comentarios.
Saludos
Olvidé algo. Es cierto: la elección del catch permite, además, prescindir del resultado final, algo a lo que, por ejemplo, estuvo atada toda la saga de Rocky (menos la última, quizá). No lo había pensado.
ResponderEliminarSaludos again
Volví a verla, algo que, supongo, haré varias veces más en los próximos años. Repienso entonces algunas cuestiones.
ResponderEliminarCreo que este post está planteado al revés. Debería haber partido de los aciertos y no de los errores, de la película que es y no de la que pudo haber sido. Es un comentario cerebral cuando debió haber sido muscular, como la película.
Es cierto, como menciono en el post, que tiene algunos problemas. Pero también es cierto que no la rebajan tanto, como dice JB en uno de los comentarios de arriba. Es un film imperfecto pero con alma, que apela a emociones genuinas, con un protagonista entrañable y algunas escenas que pasarán a la historia.
Cuando escribí el post me dejé llevar por la bronca de la película que esperaba ver y no encontré. O, mejor, encontré a medias. Pero en medio de una entrega de los Oscar fría y chata, con películas mediocres y sin sustancia, hay que defender una propuesta como la de Aronofsky. Y después, en todo caso, vemos en qué la pifió.
Saludos
Te felicito por ser capaz de repensar algo y autocriticarte, algo tan poco frencuente en todos los niveles. Iré a ver la peli y después opinaré, Saludos. ref
ResponderEliminarAndrés: coincidimos bastante.Yo acabo de publicar mi crítica. Pero, como veo que te pasó después, le "perdoné" a la peli sus falencias. Primero por su austeridad; y principalmente por esa actuación memorable de Rourke. Sin él, la peli no tiene razón de ser. Coincido que en la 2da escena que criticás el audio agregado estuvo de más. Pero esta es una de esas pelis que van decantando después de vista, y crecen dentro de uno. El personaje de Ram queda para la historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ref. Gracias. Recomiendo que la veas.
ResponderEliminarDamián. Sí, tal cual. La película me quedó en la cabeza y va creciendo a medida que la repienso. En cuanto pueda prometo pasar por tu blog.
Saludos
Vaya uno a saber, también, por dónde le pegan a uno ciertas películas. Quizás a mí me pase lo mismo que a vos, pero a la inversa; quizás con el paso del tiempo vuelva a verla en video y la peli ya no sea tan grande como la siento (y vea varios de los defectos que ahora no puedo sino justificar), pero debo decir que en el cine se plantó fuerte y llenó con alma cada rincón de la sala, que estaba más vacía que llena, y eso hacía rato que no lo sentía en el cine (algo parecido sentí durante algunos momentos de Australia, esa sensación de estar viendo algo que sólo en el cine se puede ver).
ResponderEliminarY habría estado bueno ver algo de esta cosa descarnada en la ceremonia del domingo (la presencia de Rourke recibiendo su premio y sonriendo con su diente de plata casi que ya lo garantizaban), pero ganó la corrección de siempre. Buuu.