Dos matones de sobretodo y sombrero entran al restaurante de un pueblo. Maniatan al cocinero y a un cliente y amenazan al dueño. Les dicen que están esperando a una persona que todas las noches cena allí, un boxeador sueco de apellido Anderson. No lo conocen, pero vienen a matarlo. La víctima no llega, y después de unas horas de esperar los matones deciden irse. Entonces el cliente del restaurante va a buscar a Anderson y le dice que quieren matarlo. El sueco, lejos de sorprenderse, se lo toma con calma. Se queda tirado en la cama, sin intensión de huir ni buscar ayuda. Está resignado, cansado de escapar de un final que parece inexorable.
Los asesinos (The Killers) es un cuento corto de Ernest Hemingway, publicado originalmente en 1927 en la revista Scribner's Magazine. Se lo puede leer completo en el sitio Ciudad Selva. Aunque la historia parece una trivialidad, insinúa una tragedia. No se sabe por qué los matones quieren asesinar al sueco. Tampoco si logran su cometido, aunque se da a entender que sí. Pero, sobre todo, no ofrece pistas sobre los motivos de la resignación de Anderson.
Una adaptación inventada
Hollywood adaptó dos veces esta breve historia. La primera se estrenó en 1946 y la dirigió Robert Siodmak, un alemán que, como muchos otros, llegó a Estados Unidos al escapar del nazismo. En Argentina se la conoció con el literal Los asesinos, pero en España el título fue Forajidos.
En su primer trabajo fuera de los grandes estudios, el productor Mark Hellinger pagó 36.750 dólares por los derechos del relato. Según cuenta Homero Alsina Thevenet en uno de los artículos de Historias de películas, el guión estuvo a cargo de Anthony Veiller y John Huston, aunque este último no apareció en los créditos porque tenía contrato con la Warner. La historia toma el cuento de Hemingway como punto de partida, lo narra en los primeros quince minutos y luego inventa toda una trama que explica por qué quieren matar a Anderson y por qué él está dispuesto a dejarse morir.
La película marcó el debut de Burt Lancaster, que venía de una carrera como acróbata y luego se convertiría en una estrella, Oscar incluido. Y fue, luego de un par de docenas de apariciones menores en la pantalla grande, el primer papel importante de la bellísima Ava Gardner, que unos años más tarde se casaría con Frank Sinatra.
El sueco Anderson (Lancaster), boxeador sin futuro, se involucra con una mujer fatal, Kitty Collins (Gardner), y se une a una banda encabezada por Jim Colfax (Albert Dekker) para robar una fábrica. En medio de traiciones y juegos a dos puntas, Anderson se queda con los más de 250 mil dólares del botín en complicidad con Kitty. Pero la mujer lo traiciona y el sueco, desilusionado, se retira y comienza una nueva vida en un pueblito a la espera del inexorable final.
Se trata de un film-noir clásico aunque complejo, lleno de flashbacks, en el que la narración sigue la investigación de un inspector de una compañía de seguros (Edmond O'Brien). Recibió cuatro nominaciones a los premios Oscar, una de ellas por guión adaptado. Pero con sólo verlo queda claro que aunque nace del cuento de Hemingway la mayor parte de la historia fue inventada para el film.
De la televisión al cine
La segunda película es de 1964. También titulada The Killers, en Argentina se la conoció como Amor de víbora y en España como Código del hampa. Planeada originalmente por la NBC como un telefilm, por su violencia finalmente fue estrenada por la Universal en cines. La dirigió ese gran artesano que fue Don Siegel y, más allá del cuento de Hemingway, tiene varios puntos en común con la versión anterior, una clara influencia.
El sueco Anderson se llama aquí Johnny North, y no es boxeador sino piloto de carreras. Lo interpreta John Cassavetes, un auténtico outsider que supo como pocos combinar una carrera sumamente personal dentro y fuera del mainstream. Con algunas variantes, la respuesta a por qué se queda esperando que lo maten sin intención de defenderse es la misma que en el film de Siodmak: la desilusión ante la traición femenina.
La investigación la llevan adelante los propios asesinos (Lee Marvin y Clu Gulager) luego de matar a North en una escuela para ciegos. Los impulsan dos cuestiones: saber qué lo motivó a no oponer resistencia y obtener el botín del robo, que en este caso es de un millón de dólares.
Como en la primera versión, North se relaciona con una mujer fatal, Sheila Farr (Angie Dickinson), que por sus habilidades al volante logra involucrarlo en el asalto a un camión del correo. Al jefe de la banda, que además es el amante de Sheila, lo interpreta Ronald Reagan, unos cuantos años antes de que alguien (ni siquiera el doctor Brown de Volver al Futuro) pudiera imaginar que llegaría a ser presidente de Estados Unidos. De hecho, este fue su último papel en el cine antes de ingresar a la política, y el único villano de su carrera.
Con varios fashbacks y muertes por doquier, la historia, aunque con una estética demasiado televisiva, va ganando intensidad a medida que avanza. El cierre es más trágico que el de la versión de 1946, y combina elementos de los finales de tres grandes policiales de los cincuenta: Mientras la ciudad duerme (The Asphalt Jungle, John Huston, 1950), Rififi (Du rififi chez les hommes, Jules Dassin, 1955) y Casta de malditos (The Killing, Stanley Kubrick, 1956).
Lamentablemente ninguna de las películas fue editada en DVD en Argentina. Sólo se consigue una excelente edición de Criterion (perdón por la redundancia) de dos discos, uno por película, aunque sin subtítulos en castellano. En Amazon se ofrece a 31,99 dólares.
Curiosidad: la actriz Virginia Christine trabajó en ambos films. En el primero interpreta a Lilly, una novia del sueco Anderson que al final se casa con el teniente Sam Lubinsky. En el segunda, 18 años después, tiene una breve aparición al comienzo como la señorita Watson, recepcionista ciega que atiende a los asesinos cuando van a matar a North.
Un estudiante con futuro
Tarkovsky dirigió el cortometraje con dos compañeros de estudio, Marika Beiku y Aleksandr Gordon. El film está claramente dividido en tres partes: el comienzo y el final, que transcurren en el restaurante al que llegan los asesinos, y la escena en la que le avisan a Anderson, en la habitación de un hotel, que dos hombres quieren matarlo. Gordon cuenta en un artículo publicado en el excelente sitio Nostalghia (que recopila información sobre vida y obra del realizador de Solaris) que Tarkovsky se encargó de la primera y la última junto a Beiku, aunque él tomó la mayoría de las decisiones.
Si bien se trata de su primer trabajo, Ubiitsy (título en ruso) ya deja ver algunas de las características que luego integrarían el repertorio del genial director ruso. Diálogos breves, un buen manejo de las pausas y los silencios, algunos interesantes movimientos de cámara, el clima de tensión. El propio Tarkovsky, aún sin su clásico bigote, interpreta a uno de los clientes que entran al restaurante donde los asesinos esperan al sueco. Mientras aguarda que le preparen un sándwich para llevar silva la popular canción Lullaby of Birdland, de George Shearing y George David Weiss.
La cinta está disponible en una edición en VHS de Yesterday Video Home junto a otro de sus primeros trabajos, La aplanadora y el violín (Katok i skripka, 1961). O, más cómodo, pueden hacer click en el video de más arriba para ver el corto, completo y con subtítulos. Se trata de la transcripción cinematográfica más fiel del cuento, y para eso alcanzan sus 19 minutos. Como bien señala Alsina Thevenet, podría haber sido aprobada por Hemingway. Aunque lo más probable es que en el momento del suicidio el autor de El viejo y el mar ignorara su existencia. ■
Estaba esperando la publicación de este artículo desde que leí en Facebook sobre tus intenciones de escribirlo. Me encantó, tanto que me permito recomendarlo desde la home de Espectadores.
ResponderEliminarUn saludo, Andrés. :)
Muy buen aporte. La primera, con Burt Lancaster, la vi en la tele hace poco, y leí el relato de Ernesto. Ahora veré el corto cuando tenga un rato libre. Saludos REF
ResponderEliminarHola Andrés
ResponderEliminarMuy buen artículo. No conocía ni la primera adaptación ni el corto de Tarkovsky.
La película de Siegel es excelente y logra el milagro de que Reagan sea casi soportable. Nunca me había puesto a pensar en ese ¨final condensado¨ del que hablás, pero es cierto que se respira el mismo el desasosiego que en The Killing de Kubrick.
Una lástima que no estén editadas en Argentina.
Saludos,
s.
Spectatrice. Gracias. Por las palabras y por los enlaces.
ResponderEliminarREF. El corto es interesante porque, además de la literalidad de la versión, sabe mantener el clima del cuento. Además, claro, de estar dirigido por un tipo que luego fue, cuanto menos, uno de los más grandes directores rusos de la historia.
Rinconete. Sí, la de Siegel es muy buena. Alguien -algún crítico, creo, pero no logro recordar- la llamó "la Pulp Fiction de los sesenta". Aunque suene disparatado, si se contextualiza la película la frase no suena tan excesiva. Y es cierto lo de Reagan: tal vez lo mejor que hizo en política fue alejarse de la actuación. Con todo, creo que es mejor la versión de Siodmak, que en el estilo de narración comparte varias cosas con El ciudadano. Esta última supongo que es más fácil de conseguir porque fue editada en España como Forajidos.
Saludos
Andrés, genial el artículo.
ResponderEliminarMuy interesante, y un rescate de material presentado de tal modo que dan ganas de ir a por él!
Por cierto, muy bueno el blog!
Muy cuidado y con material más que interesante.
Agendado, y me mantendré rondando.
Un saludo,
Ariel.
Creo que las tres versiones que expones son muy buenas películas pero ninguna alcanza a la obra literaria. Entre las tres me quedo con la de Siegel. Saludos!
ResponderEliminarAriel. Gracias. La idea era esa: que den ganas de ver las películas.
ResponderEliminarBudokán. Sí, el cuento está muy bien y es un gran ejemplo de cómo narrar a partir de diálogos. También son buenas las tres adaptaciones, pero yo me quedo con la de 1946. Por cierto, acabo de ver que en tu blog habías hablado de las dos películas: la de Siodmak y la de Siegel.
Saludos
Excelente blog. Llegué por aquí a través de Budokan.
ResponderEliminarNo sé si en Argentina tengan la oportunidad de adquirir ediciones de Criterion, pero su DVD de The Killers, que incluye las versiones de Siegel y Tarkovsky, es compra obligada para los fans de la película en sí y del noir en general.
Yo también me quedo con la de Siodmak.
Saludos!
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ResponderEliminar¿Alguien puede ayudarme?.
benrosen68@hotmail.com
ResponderEliminarHola, Diego. Creo que la obra de Tarkovsky no está editada en DVD en Argentina. Pero si buscás acá y acá podés encontrar la mayoría de sus películas.
ResponderEliminarSaludos
yorg72@hotmail.com Acabo de ver la película de 1946 y de leer el cuento. Ambos son muy interesantes, aún más para la época en que fueron escritos.
ResponderEliminarAdemás cuando la vi recordé la versión posterior con Lee Marvin.
El cuento no ahonda en los personajes, eso seguramente dio pie a la película con Burt Lancaster, y Ava Gardner, seguramente para los entendidos toda una joya del cine negro.
Buenos personajes, buenos escenarios, sobre todo el estadio de boxeo. Diálogos y actuaciones que hoy en día ya no se ven.
Una lástima que el relato fuera tan breve, hubiera aportado algo más a la película, pero supongo que en la época en que fue publicado, habrá atraído a más de uno...
Y qué decir de la película con Lee Marvin... simplemente demoledora. Entendamos que se aleja de la original, pero dibuja muy bien la frialdad de los asesinos, con Marvin en un papel inolvidable.
Muy violento frío, con disparos certeros que nunca dejan víctima en pie.
Y es fascinante cómo todo se enfoca en el punto de vista de los malosos, algo realmente transgresor, en una época en la cual todas las peliculas eran sobre agún oscuro detective que correteaba al ritmo de música disco.
Una excelente película, que debería tener una adapción digna de este época...
Da gusto leer el artículo, directo, claro y entretenido. Felicidades.
ResponderEliminarVi la versión rusa y la del cuarentaytantos antes de ayer y la estética de la primera escena, la más cercana al relato, me enamoró. Los ritmos, las luces, las actuaciones y los ángulos realmente increibles