Grandes robos de joyas del cine [*]

Alain Delon, Gian Maria Volonté e Yves Montand en 'El círculo rojo'

¿La realidad supera a la ficción o, como decía Oscar Wilde, la vida imita al arte (o a la mala televisión, según la variante de Woody Allen)? Inspirado o no en hechos reales, el cine mostró decenas de robos de joyas, exitosos o condenados al fracaso. Este último es el caso de dos clásicos policiales negros: Mientras la ciudad duerme (1950), de John Huston, y Rififi (1955), de Jules Dassin, en los que los ladrones de "guante negro" (por oposición a los más refinados de "guante blanco") terminan tras las rejas, porque para los de su condición cuando algo puede salir mal termina saliendo condenadamente mal. Quentin Tarantino saqueó al Stanley Kubrick de Casta de malditos (1956) para contar la sangrienta historia de los asaltantes de Perros de la calle (1992), que también sufren el peor final. Mejor le fue a Gene Hackman en Un plan perfecto (2001), de David Mamet, que huyó y no lo pescaron. Pero acaso el mejor robo de joyas de la historia del cine sea –como el del domingo en Cannes– de origen francés: el que cometen en tiempo real (la escena dura más de 25 minutos) Alain Delon, Yves Montand y Gian Maria Volonté en El círculo rojo (1970), obra maestra de Jean-Pierre Melville. ■

[*] Versión ligeramente modificada de un artículo publicado en la edición de hoy del diario Clarín de Buenos Aires a propósito del robo de 40 millones de euros en joyas del hotel Carlton de Cannes, en Francia, el domingo pasado.

Noche de paz, noche de sangre, de Theodore Gershuny

No toquen esa casa

'Noche de paz, noche de sangre', de Theodore Gershuny

El cine estadounidense de los setenta es como un cofre sin fondo del que siempre se pueden seguir sacando cosas buenas, sobre todo thillers o policiales y películas de terror. Detrás de los clásicos ampliamente reconocidos se esconde de todo: grandes obras redescubiertas hace poco (Los amigos de la muerte, editada en video por primera vez por Criterion en 2009), sólidas películas de género (Prime Cut, The Outfit), pequeñas gemas algo olvidadas (Let's Scare Jessica to Death) o propuestas tan inusuales como efectivas (Deranged).

Cierto rigor cercano a lo documental que tiñó a ese cine le hizo muy bien al género del terror, como si lo fantástico se potenciara al ser mostrado de modo "realista". En este contexto se ubica una película no muy conocida y que, a la distancia, puede (puede, y no debe; ampliaremos luego) ser vista como una adelantada: Noche de paz, noche de sangre (Silent Night, Bloody Night), dirigida por Theodore Gershuny. Una historia bastante sencilla acerca de una vieja casa que arrastra alguna atrocidad que de entrada se nos escatima. Cuando su heredero dueño decide ponerla en venta lo macabro comienza a despertar de su largo sueño.

Parece que la película se filmó con dos mangos en 1972 pero no se estrenó hasta dos años después, y con una distribución bastante escasa. Difícilmente Bob Clark y John Carpenter la hayan visto en aquel momento, pero al margen de su dudosa influencia real es claro que en algunos aspectos esta especie de protoslasher se adelantó a Black Christmas y Halloween. Sobre todo en el uso reiterado de la cámara subjetiva, que se ubica en los ojos del asesino mientras se oculta o recorre la casa con intenciones siniestras.

Película oscura (lo que la torna escalofriante pero también, de a ratos, un poco confusa), que hace una virtud de sus desprolijidades, tiene una gran y enigmática secuencia de apertura y por momentos alcanza climas muy logrados, siempre con más suspenso que sorpresa, particularmente al narrar las primeras muertes. A pesar de alguna pequeña trampa que intenta despistar al espectador y de un final demasiado explicado (apela a un largo flashback, casi un cortometraje dentro de la película, totalmente anticlimático aunque estéticamente sólido), es una obra que vale la pena redescubrir.

Uno de los productores fue Lloyd Kaufman, y en el elenco se cuentan Patrick O'Neal, Mary Woronov y John Carradine. Pero esos y otros datos los pueden encontrar en Wikipedia. Lo mejor es ir a buscar la película (que es de dominio público; o sea que se puede descargar sin infringir ninguna ley). Aunque más no sea para comprobar que el cine estadounidense de los setenta nunca deja de regalarnos sorpresas. ■