¿Adiós a las armas?

John Dall y Peggy Cummins en 'Vivir para matar'

Ahora que Estados Unidos parece querer discutir por fin la tenencia de armas nadie debería dejar de ver Vivir para matar (1950), de Joseph H. Lewis. La película comienza con un plano desde dentro de una armería y luego ubica las armas como la principal atracción de una feria de pueblo en la que, como show culminante, una chica disfrazada de cowgirl le dispara -metafóricamente- a la Estatua de la Libertad. Hay diálogos brillantes ("Nos iremos juntos, Laurie. No sé por qué. Quizá somos como armas y municiones, que van juntas") y un antológico plano secuencia para narrar el robo a un banco que debería figurar en el top 10 de la historia del cine. Todo en breves pero rotundos 86 minutos, con una economía de recursos envidiable. Obra maestra absoluta. ■

Que vuelvan los musicales (tercera parte)

Audrey Landers y Vicki Frederick en 'A Chorus Line'

Ante la invasión de programas "de casting" que padece la televisión abierta argentina no se puede más que recomendar A Chorus Line (1985), buen musical de Richard Attenborough. Aunque está basado en una obra de Broadway y la acción casi no sale de la sala de teatro Attenborough logra un musical cinematográfico y para nada culposo, lo que se nota sobre todo en el cuadro final, cuando mágicamente -la magia del musical- se van multiplicando los bailarines. El coreógrafo que interpreta Michael Douglas (quien por suerte no canta ni baila en toda la película) hace que personajes pretendidamente severos como Polino o Pachano parezcan bebés de pecho. ■

Entradas relacionadas
> Que vuelvan los musicales
> Que vuelvan los musicales (segunda parte)