El cine es cine cuando narra con su propio lenguaje, distinto al de cualquier otra expresión artística (en este sentido, recomendación al paso: vean el cálido e inteligente homenaje de Scorsese a Méliès en Hugo). Un director puede escribir con la cámara o simplemente usarla para ilustrar ideas, suyas o de otro. Esto último se ve muy claro en una escena de La chica del dragón tatuado, donde el cine -el cine de David Fincher, en este caso- se muestra estéril y apenas puede dedicarse a ilustrar.
Cerca del final, Lisbeth (Rooney Mara) está buscando información en el archivo privado de la empresa de la familia Vanger. Cruza datos y comienza a advertir una relación entre una serie de asesinatos de mujeres y la ubicación de las plantas de la fábrica. Lisbeth es una hacker que hasta ese momento se había mostrado inteligente, observadora y -como hace notar explícitamente la película- muy memoriosa, a tal punto que en una ocasión se niega a anotar una dirección porque no lo necesita. Pero en ese momento, en el archivo, despliega un mapa de Suecia sobre la mesa y comienza a poner sobre él una foto de cada una de las chicas asesinadas junto a la sede de la empresa cercana al lugar del crimen. Arma una ilustración para mostrarle al espectador qué está descubriendo. El personaje ignora la diégesis y juega para la tribuna: hace algo absolutamente inverosímil, que sólo sirve para informar al espectador acerca de algo que Fincher no supo (o no pudo) resolver de otro modo, más cinematográfico.
Alguien podrá decir que se trata de una convención, similar a la que aceptamos, sin mayores cuestionamientos, cuando oímos que en la película los suecos -vaya artificio- hablan en inglés. Yo creo que se trata más bien de una zona compleja de transitar (más compleja aún en estos tiempos en los que la tecnología pone el jaque al suspenso clásico) donde el cine, si no tiene ideas, se vuelve estéril.
Pero Fincher es un director capaz de juntar lo peor y lo mejor, de poner en una misma película grandes momentos pegados a otros totalmente fallidos. Lo demostró, sobre todo, en El curioso caso de Benjamin Button (2008). Apenas unos minutos después de la escena descrita arriba hay un momento extraordinario en La chica del dragón tatuado, absolutamente cinematográfico, que deja sutilmente un hueco para que complete el espectador.
Martin Vanger (Stellan Skarsgård) obliga a Mikael Blomkvist (Daniel Craig) a ir hasta el sótano de su lujosa casa, que en realidad es un sofisticado cuarto de tortura, donde lo ata y lo deja inmovilizado. Está listo para torturarlo. Pero antes enciende un equipo de música y comienza a sonar Orinoco Flow, de Enya. El rotundo contraste entre lo que se ve y lo que se oye define a Vagner en apenas un instante. Y acaso sea la mejor crítica jamás hecha sobre la canción de Enya, algo así como Claudio María Domínguez a 33 rpm. ■
Está muy bien lo que destacás sobre la escena del mapa. Hace ruido. Y tal como decís, la tecnología obliga a repensar muchos de los viejos códigos del suspenso. Me acuerdo en este momento de “Historias Extraordinarias”, de Llinás: en esa diégesis las nuevas tecnologías casi no existen y entonces la cámara es libre para detenerse en la fotogenia de mapas, cartas, archivos.
ResponderEliminarHay otra escena de “Dragon Tatoo” que hace ruido: durante la reunión en la que conocemos a la hija de Daniel Craig, de repente suena un celular y varios personajes se miran confundidos y amagan con atender el propio. Hace diez años esa confusión podía ser creíble, pero hoy, en donde podemos identificar a cada celular con un ringtone distinto, el chiste ya no puede funcionar (del anacronismo no me di cuenta en su momento: me lo señalaste vos cuando la charlamos). Justamente, ¿se le puede escapar este dato a un tipo como Fincher? ¿No será un guiño? Tal vez sea una forma de decirnos que en el último tiempo el mundo va demasiado rápido y el arte de las ficciones -y la estética, en consecuencia- no puede seguir el timing (y ya que no puede, entonces, no habría que pretender tanto realismo y permitirse un mapa si visualmente paga más). Y si le vamos a pedir verosímil a la historia de “Dragon” vamos mal (resulta que la joven tan buscada durante años por la familia esté viviendo con otro nombre a pocos kilómetros de Suecia... ¡y ésa es la gran revelación!). Supongo que por eso mismo el film se permite juegos como el de la canción de Enya que destacás. Creo que son puntas para seguir pensando en el estilo Fincher, que cada vez me gusta más. A pesar de todas las evidentes rarezas, debo decir que formalmente la película me envolvió. La disfruté mucho.
Abrazo.
No estoy muy seguro de quién es Fincher. No vi la que todos dicen que es su mejor película ("Zodíaco") ni tampoco "The Game"; me gustan "Pecados capitales" y "Red social"; "El club de la pelea" me parece una pavada; y "Benjamin Button" tiene algunos aciertos pero es más bien floja. Así que no tengo claro si aquella escena de los celulares es un guiño, un intento de reflexión o simplemente un descuido.
ResponderEliminarEn cuanto a la tecnología y los viejos códigos del suspenso, creo que la saga de Bourne logra incorporar la tecnología de modo verosímil y sin resentir la trama, algo que no hace, por ejemplo, la última "Misión imposible". El tema es interesante y quizá, como decís, el mundo vaya demasiado rápido y el arte no puede seguir el ritmo.
Gracias por el comentario. Un beso
Buen detalle el de la escena con la musica de Enya , la verdad nunca se me hubiera pasado por la cabeza esa metafora con la dualidad del personaje.
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