Cristian y su colección de VHS, el formato que cambió la manera de ver cine [*]

Cristian y una parte de su colección (Foto: Martín Bonetto/Clarín)
Recorrer el blog de Cristian Sema transporta a otra época, un tiempo lejano en el que Rocky Balboa empezaba a derribar el Muro, Freddy Krueger provocaba pesadillas, Walter Hill filmaba una buena película por año y Kelly McGillis pintaba para estrella. Es como volver a pararse frente a los exhibidores de un videoclub para dejarse seducir por esas cajitas que muchas veces prometían desde la portada mucho más de lo que ofrecían luego, al presionar Play.

Como un arqueólogo de lo reciente, Cristian colecciona películas en VHS (sigla del inglés Video Home System), el formato de video que a fines de los setenta llevó el cine a casa y cambió para siempre la forma de ver películas. En su monoambiente de Villa Crespo, donde una videocasetera convive con un LCD de 42 pulgadas, una gran biblioteca no da abasto y algunas pilas de películas se elevan hasta el techo. Cristian, que nació en aquel tiempo lejano, tiene más de 2.500 casetes, todos con su empaque y arte de tapa original, que periódicamente escanea y publica www.rarovhs.com, blog que recibe unas 1.500 visitas únicas diarias.

TRES ELEGIDAS

Tapa de 'La puerta del infierno
Paura nella città dei morti viventi (1980), de Lucio Fulci.
En Argentina también fue editada como Pánico en la ciudad de los muertos vivientes.
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Tapa de 'Pesadillas de una mente enferma'
Nightmare (1981), de Romano Scavolini.
Película censurada en varios países. Cristian tiene cuatro ediciones argentinas diferentes.
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Tapa de 'El oráculo'
The Oracle (1985), de Roberta Findlay.
Rara edición de Hardcore Video Home, que sólo lanzaba films de terror y pornográficos.
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"Si quisiera podría tener 10 mil videos, pero trato de ser selectivo y no compro cualquier cosa", explica. Los videoclubes, negocio en serio riesgo de extinción, son su principal yacimiento. "En general llamo, trato de averiguar en qué año abrió y, si tiene, pregunto si vende los VHS. La mayoría de lo que tengo era de videoclubes", cuenta. También recibió algunas donaciones, y cada tanto en los sitios de subastas online aparece algo interesante. "Pero lo divertido de este hobbie -aclara- no está en ir directamente a pagar por una película, sino en la búsqueda". Así viajó a Mar del Plata y Rosario, recorrió en tren el Gran Buenos Aires y hasta volvió cargado de videos de unas vacaciones en Jujuy.

Cristian tiene 27 años, es empleado en una distribuidora de libros infantiles y cursó la carrera de crítico de cine en el Cievyc. No sería preciso hablar de mandato o herencia, pero el origen de su fascinación por los VHS se puede rastrear en la familia: su padre tuvo un videoclub en Caballito a fines de los ochenta. "Siempre me gustó el cine. Había fines de semana que me traían cuatro o cinco películas para ver. Me habrá quedado algo de esa época", especula. Cuando el negocio cerró, a principios de los noventa, se quedó con unas 30 películas. "Pero apareció el DVD y la posibilidad de bajar desde Internet. Parecía que todo se podía conseguir en formato digital, con mejor calidad. En ese momento, finales de los noventa, no tenía una conciencia de coleccionista y entonces tiré todo", recuerda, con cierta pena. En 2006, cuando comenzó a construir la colección que luce hoy, salió a recuperar aquellas películas perdidas. "Me costó bastante. Recién hace un mes pude reponer todo". Las figuritas difíciles, que finalmente aparecieron, fueron dos pelis de miedo: El terror llama a su puerta (1986) y Zoltan, el mastín de Drácula (1978).

John Carpenter, David Cronenberg, Brian De Palma, Dario Argento, Lucio Fulci (de quien tiene todo lo editado en VHS en el país), Sam Peckinpah y Werner Herzog son algunos de los cineastas que admira Cristian, que con todo no es un fundamentalista del formato. "Hay películas que considero que no se deberían ver en VHS. El ciudadano, para poner un ejemplo canónico. Pero sí tengo una edición en VHS, de una editora independiente, porque me gusta mucho el arte de tapa", destaca.

En su colección hay de todo y para todos los gustos, pero predominan las películas de género de Estados Unidos y Europa (en especial, el terror) y el cine nacional de los ochenta, que en general no volvió a editarse en otros formatos. Tanto es así que Carlos Olguin-Trelawny, director de A dos aguas (1988), le escribió a Cristian en búsqueda de una copia de su propio film que ni en el INCAA había podido conseguir. "Estoy seguro de que la única copia que existe de algunas películas, un puñado tal vez, la tengo yo", asegura Cristian. Otra parte importante de su colección está compuesta por el subgénero naziexplotation: desde las más conocidas Ilsa, la perra de la SS (1975) o Salon Kitty (1976) hasta la más rara Perversiones de la Gestapo (1979). "Aún hoy están prohibidas en Alemania. No es un cine que me guste, pero tienen un valor de colección incalculable", comenta. Tiene también algunas curiosas ediciones previas a la ley del video, que AVH impulsó en 1984 y reguló por primera vez la actividad en el país.

En los ochenta florecieron las editoras de video en Argentina y sus catálogos alcanzaron profundidades insospechadas. Casi toda la historia del cine, con sus altos y bajos, estuvo a disposición de una nueva y voraz forma de cinefilia. "Me gustaba mucho el cine de explotación, el cine italiano de género, de artes marciales, etcétera. Y empecé a ver que muchas de estas cosas que no se conseguían en DVD se habían editado en VHS en su momento", explica Cristian sobre sus motivaciones. "Y ahí empezó la curiosidad. Las ganas de tener la edición argentina de esas películas, que tienen muchas particularidades: desde el arte de tapa hasta errores en las fichas técnicas o sinopsis absurdas. Hasta hay errores de ortografía", cuenta. "Es interesante ver además qué master utilizaron, que no siempre fue el mismo en todo el mundo. Algunas ediciones venían sin censura, y se puede comparar con coleccionistas de todo el mundo". Y a veces valora también "las ediciones dobladas, con las voces de la época, sobre todo cuando en DVD sólo está editada con el audio original".

Cristian atesora además dos máquinas rebobinadoras (necesarias en los videoclubes cuando los clientes olvidaban rebobinar un video), algunas películas en Súper 8, una veintena de Laser Disc y hasta un CED (Capacitance Electronic Disc), curioso formato de efímera vida a principios de los ochenta. La colección no deja de crecer y ya trascendió el ámbito privado. Con sus videos Cristian programó dos ciclos en un espacio cultural de Recoleta donde, entre otras, proyectó Charly, días de sangre (1990), una berretada protagonizada por Adrián Suar y Fabián Gianola. Además aportó imágenes para ilustrar el libro Pantalla Freak, de Alexis Puig, editado el año pasado por Fan Ediciones. Y está trabajando en una investigación sobre el mercado del video de los ochenta y noventa; la idea es publicar un libro que rescate el espíritu de aquella época, hoy olvidado por un progreso que, cuando está comandado por las reglas del mercado, suele ser impiadoso. ■

[*] Versión extendida de una nota publicada en la edición de hoy del diario Clarín.