Mar del Plata 2010: tercera entrega

Ideas complejas y no tanto.

Yun Jeong-Hee en 'Poetry'
En festivales o entre los estrenos comerciales de los jueves, todos los años aparece un buen número de buenas películas. El panorama se achica un poco si sólo se toman buenas películas realizadas por buenos directores, que tengan una obra sólida y consecuente. Y más difícil es toparse con films que manifiesten las ideas complejas sobre el mundo que tienen sus autores. Habría que pensar más y mejor la categorización, acaso un tanto simplona, pero en principio se puede dividir a los autores entre quienes expresan en sus films sus ideas complejas sobre la política, el arte, las relaciones humanas, etcétera, y quienes no. Hay muchos grandes directores, pero no son tantos los que presentan una visión diversa y rica en matices sobre la realidad que los rodea. Un ejemplo provisional: Lucrecia Martel lo logra, Lisandro Alonso no. Lo que no quiere decir que Alonso no tenga ideas complejas sobre el mundo, sino que -deliberadamente o no- no aparecen en sus películas.

Lee Chang-Dong tiene ideas muy complejas sobre el mundo, lo que indidablemente se advierte en sus películas. Este escritor, que estudió literatura en la Universidad de Kyungbuk, decidió cambiar la pluma (o el cursor) por la cámara, pero no renunció a la escritura. Como pedía Alexandre Astruc hace más de seis décadas, Lee no ilustra sus ideas sino que directamente las compone con su caméra-stylo, lo que se hace explícito, por ejemplo, en el movimiento y plano final de la gran Secret sunshine (2007). Forma y fondo son inescindibles en su cine, como lo demuestra también Poetry, su más reciente película. Como escribió Roger Alan Koza en el catálogo del Festival: "Aquí lo poético no se dice sino se muestra; surge literalmente de los planos del film, planos que devienen en versos. Es lógico que Lee renuncie a la música, pues interrumpiría la métrica sonora de sus imágenes".

Luego de tanto rodeo, entonces, ¿cuáles son las ideas de Lee Chang-Dong? El asunto no es sencillo justamente porque su cine, consecuentemente, es complejo, rico en matices, profundamente contemporáneo; no se oculta en vagas solemnidades pero tampoco es concesivo. Como advirtió Carolina Giudici, gran amiga de este blog (que ojalá escriba en el suyo todas las buenas ideas que tiene en torno a la película), Poetry es entre otras cosas una especie de respuesta a la famosa sentencia de Theodor Adorno: "No es posible escribir poesía después de Auschwitz".

Vincent Gallo en 'Essential Killing'
No hay, en cambio, ideas complejas en Essential Killing, del veterano polaco Jerzy Skolimowski, que ganó el Astor de Oro a la mejor película del Festival. Creer que el mundo es un lugar salvaje, como dijo el propio director en una conferencia de prensa posterior a la proyección, es apenas una impresión sin demasiada profundidad. Aunque ocultas detrás de cierta abstracción y elegancia, a la película se le escapan los típicos clichés sobre los militares y el militarismo estadounidense. Todo para contar cómo un hombre se convierte -de modo en exceso arbitrario- en animal para sobrevivir. ■

Mar del Plata 2010: segunda entrega

Asociaciones ilícitas.

Takeshi Kitano y Tetta Sugimoto en 'Outrage'
Outrage debe ser la película más nihilista y menos lúdica de Takeshi Kitano. En su regreso al cine de género luego de una trilogía bastante autorreferencial sobre el arte y el espectáculo, el autor vuelve sobre la mafia japonesa con una mirada más desencantada que lo habitual. Los tiempos han cambiado mucho desde la extraordinaria Sonatine (1993) y la lealtad -acaso último refugio para la moral entre criminales- aparece perimida. Outrage (en inglés, atrocidad) es escencialmente eso: una historia nimia de traiciones y venganzas atroces entre miembros de un mismo clan. Es que en este capitalismo monopólico la delincuencia ya no parece ser, como decía Brecht, la única aventura posible en el mundo burgués.

El humor es más bien melancólico, por momentos casi patético, y la abundante dosis de violencia no es gratuita. La película -se insiste- se titula "Atrocidad", y no "Qué linda es mi familia". Pero además hay cierto distanciamiento que deja un espacio para la reflexión. "Filmo la violencia de tal manera que el público sienta verdadero dolor. Nunca filmé la violencia, ni nunca lo haré, como si se tratara de un videojuego", dijo el director en mayo pasado en Cannes, donde la película participó de la competencia oficial. Las imágenes no lo desmienten.

Según IMDb, Kitano está trabajando en una segunda parte, a estrenarse el año próximo, lo que podría desmentir el tono de despedida que parece advertirse en la película.

El economista Nouriel Roubini, uno de los testimonios de 'Inside Job'
Otra banda de delincuentes, esta vez de guante blanco, es la protagonista de Inside Job. Se trata de un documental de Charles Ferguson que se mete con el sacudón económico de 2008, la peor crisis financiera desde la Gran Depresión en Estados Unidos y gran parte del mundo. Lo hace desde lo que cree una certeza: la verdad no es una construcción colectiva sino una realidad que el director conoce y se dispone a revelar. Así, para Ferguson es incuestionable que el sistema financiero estadounidense funcionó de manera eficiente y honesta hasta principios de los ochenta, cuando amparado por Ronald Reagan un grupo de inescrupulosos yuppies, mujeriegos y un poco drogones, comenzó a desregular el sector hasta transformarlo en una peligrosa industria de la especulación. Una tesis que Oliver Stone primero y Bret Easton Ellis después plantearon de modo más atractivo hace ya dos décadas.

De gran producción, con espectaculares tomas aéreas de Nueva York e imágenes propias tomadas en al menos tres continentes, la película (que el viernes pasado fue preseleccionada para competir por el Oscar a mejor documental) no pretende innovar en las formas y echa mano a la convencional estructura de entrevistas frente a cámara y narración en off (la voz de Matt Damon) como guía del relato.

De todos modos tiene su interés. Por un lado, por la enorme cantidad de testimonios, que van desde el director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, hasta el economista Nouriel Roubini, uno de los primeros en predecir la crisis, pasando por parte importante de los autores materiales de la estafa, muchos de los cuales son puestos en apuros por el director. Por otro, porque explica de manera bastante didáctica el funcionamiento de algunos productos financieros, como los créditos subprime, claves en la crisis. Pero lo más interesante es una mirada que no suele estar presente en este debate: la responsabilidad de las universidades, que en lugar de generar pensamiento crítico fomentan un respaldo teórico al modelo. ■

Mar del Plata 2010: primera entrega

Viajes, vicisitudes, tribulaciones.

Mimi Le Meaux en 'Tournée'
Otrora exitoso productor de televisión, Joachim Zand regresa luego de intentar hacerse la América y se embarca en una gira por Francia con un grupo de chicas estadounidenses del New Burlesque, bailarinas que traspasaron los límites de la exuberancia y llevan el convencional striptease a otro nivel a fuerza de ingenio, creatividad y desenfado. La intención es terminar el tour con un ingreso triunfal en París. Pero el pasado siempre vuelve, demandante, lo que demora la pretensión original hasta nunca concretarla.

Tournée, tercer largometraje de Mathieu Amalric, no podía empezar mejor: los coloridos títulos, símil luces de neón, corren al ritmo de Have Love, Will Travel en la ruidosa versión de The Sonics. "Si querés encontrar el amor andate de viaje, nena / Si necesitás amor entonces viajá", grita el desenfrenado cantante, y ahí está gran parte de la película, una experiencia sumamente gozosa. Pero Amalric es un hombre inteligente y Tournée no es sólo una acumulación de excesos y movimientos bruscos. La narración se detiene cuando hace falta y la esperable explosión catártica del protagonista es finalmente una manifestación íntima y contenida.

También hay un viaje en Silent Souls, del ruso Alexei Fedorchenko, que integró la Competencia Internacional del Festival. Miron le pide a su amigo y empleado Aist que lo acompañe en el largo viaje ritual de despedida de su esposa, que acaba de morir. Lo interesante de la película es la descripción de algunas costumbres de la cultura meria desconocidas por estas latitudes, que de ser ciertas resultan sorprendentes. Y ofrece por momentos algunas imágenes poderosas, con esos paisajes que sólo los rusos parecen tener. Pero sus excesivas pretenciones literarias, que llevan a abusar de la voz en off, la autoproclamada relevancia de los temas abordados (esencialmente, la muerte) y el tono siempre solemne del relato hacen del conjunto una cursilería.

Pablo Nicomedes y Olivier Gourmet en 'Robert Mitchum est mort'
Sin pretenciones de relevancia y mucho más cerca del humor se ubica -como su extravagante título lo anticipa- Robert Mitchum est mort, coproducción entre varios países dirigida por los franceses Olivier Babinet y Fred Kihn. Aquí hay otro viaje, el que inician Franky, un actor de poca monta, sin trabajo, que sueña con ser famoso, y su representante Arsène (Olivier Gourmet, el de El hijo). El segundo mete al primero en un coche robado para ir hacia el frío norte europeo en búsqueda del estadounidense George Sarrineff, su director de cine favorito, para sumarse a un improbable proyecto. Un músico negro en fuga se les sumará imprevistamente en el camino. La película es despareja, a los personajes les falta desarrollo y el largo trayecto, que amaga con traspasar las fronteras del absurdo, finalmente termina jugando en terrenos menos disparatados.

En Chantrapas, la más reciente obra de reconocido Otar Iosseliani (que integró la Competencia Internacional), también se emprende un viaje, aunque la película está lejos de la estructura de road movie que aparece -con más o menos intensidad- en las comentadas arriba. Director de cine, Nicolas (interpretado por Dato Tarielachvili, nieto de Iosseliani) decide irse de su Georgia soviética, donde sus intereses artísticos chocan contra la censura gubernamental. Pero en Francia, su nuevo destino, las cosas no mejoran: las trabas las ponen ahora los productores, que ya no se quejan del contenido sino de la forma. Ahí está lo más interesante: la idea de que, en el fondo, más allá de las apariencias, el capitalismo no ofrece mayores libertades que las viejas dictaduras del este europeo. El problema es que la película es demasiado fría, difícil de seguir (lo que, hay que admitir, puede ser más un inconveniente de quien suscribe que del film), y con un final desconcertante. ■

Bruno Ganz: "Tuve miedo y sentí pudor antes de aceptar interpretar a Hitler" [*]

Bruno Ganz durante la charla con el público en Mar del Plata
Casi todos lo conocen hoy como el actor que interpretó al temible Adolf Hitler, que mostró con rigurosidad artística e intelectual al líder nazi en sus últimos días de desesperación, locura y muerte en su claustrofóbico búnker. Pero varios años antes había desplegado una faceta muy diferente: un ángel existencialista, Damiel, que volaba sobre el cielo de una Berlín que ya no existe y decidía, en un gesto indisolublemente humano, entregar su inmortalidad por amor.

Con igual brillo pero menos glamour que sus colegas hollywoodenses, el suizo Bruno Ganz construyó durante cinco décadas una trayectoria notable en cine y teatro que hoy lo coloca como uno de los actores más relevantes del mundo. Trabajó con varios de los grandes directores del último medio siglo, como Eric Rohmer, Wim Wenders, Werner Herzog, Volker Schlöndorff, Francis Ford Coppola, Theo Angelopoulos y Peter Handke. Su interpretación en La caída (2004) lo otorgó reconocimiento masivo a un talento presente desde mucho antes.

Nacido en Zürich hace 69 años, Ganz es uno de los invitados especiales de la 25° edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Hombre más bien bajo, de apariencia amable y reflexiva, vino a presentar su última película, The Day of the Cat, del alemán Wolfgang Panzer, donde interpreta a un presidente suizo jaqueado por traiciones y un intento de golpe de estado. Y además brindó en la noche del martes una charla abierta al público en el Teatro Provincial.

"Ya vi cinco veces esta película", elogió de entrada el infatigable José Martínez Suárez, director del Festival, a quien a sus 85 años se lo puede ver tanto pidiendo disculpas por la demora en una proyección como preguntando de quién es la billetera perdida que apareció en una sala. Se refería al gran film de Oliver Hirschbiegel, que se exhibió en DVD antes de la charla. "Interpretar a Hitler fue una tarea que demandó mucho esfuerzo", contó el actor, escueto, antes de la película.

Dos horas y media después, con el nazismo ya derrotado y los rusos en control de Berlín, Ganz y Martínez Suárez volvieron al escenario y recibieron el aplauso de un auditorio casi completo. El concejal Héctor Rosso, de Acción Marplatense, le entregó al actor un diploma que lo distinguió como Visitante Notable de Mar del Plata y entonces, sí, comenzaron las preguntas. La primera fue brutal y generó en el público el típico "Uh..." de dolor futbolero. "¿En algún momento se sintió identificado con el personaje?", disparó alguien desde el fondo de la sala. "Es un poco difícil", respondió Ganz en alemán, con la serenidad que le da la experiencia en este tipo de encuentros, siempre imprevisibles. "Una persona que sabe qué hizo Hitler no se puede identificar con él. Políticamente fue un monstruo. Pero soy un actor que trata de entender a sus personajes. Quise entender quién fue Hitler y eso es mucho trabajo. El creía que era el salvador de Europa, como si fuera una ópera de Wagner", agregó. "La película no pudo ser utilizada por los neonazis, lo que me genera orgullo", remarcó.

La tarea no fue sencilla. Ni antes, ni durante, ni después. "Tuve miedo y sentí escrúpulos; sufrí muchas contradicciones internas y pasé varias semanas dialogando conmigo mismo para decidir si debía tomar el rol", contó. Demoró cuatro meses en investigar a Hitler hasta en sus más nimios detalles. Durante la filmación, lo más agotador física y emocionalmente fue reiterar una y otra vez los frecuentes ataques de furia del Führer. Y luego tuvo que deshacerse de todo: "Tengo la fatal tendencia de repensar los personajes que represento, de reprocesarlos luego de filmar la película. Debo reconocer que ninguno me demandó tanto tiempo para digerirlo como Hitler".

Aunque su mimética interpretación en La caída copó casi toda la charla, hubo algo de tiempo para transitar otros temas. Las alas del deseo (1987), por ejemplo, su segunda colaboración con Wenders. "Es una película muy poética. Y me causa alegría además que hoy se haya convertido en un documental, porque muestra una Berlín que ya no existe. Con la reunificación ya no está el Muro, y la ciudad cambió muchísimo", sostuvo.

Un rotundo aplauso marcó el final del encuentro, que se extendió poco menos de una hora. Decenas de personas (estudiantes de cine, periodistas, curiosos, cholulos) se acercaron entonces al escenario en búsqueda de un autógrafo. El hombre más bien bajo, de apariencia amable y reflexiva se tomó su tiempo y firmó todos los papelitos. ■

[*] Versión ligeramente extendida de un artículo publicado en el diario La Razón de Buenos Aires el jueves 18 de noviembre.

A Mar del Plata, una vez más

Takeshi Kitano en 'Outrage', una de las películas que se verán en el festival
Por tercer año consecutivo Cinematófilos viajará a Mar del Plata, donde hace unas horas comenzó la 25° edición del Festival Internacional de Cine. Con entradas a ocho pesos, mismo valor que el año pasado (¡aprendé, Bafici!), la cita se extenderá hasta el domingo 21.

El catálogo, que se puede descargar desde el sitio oficial, muestra una programación bien interesante, con mucho para ver entre lo nuevo de directores reconocidos (Doris Dörrie, Hong Sang-soo, Jerzy Skolimowski, Jia Zhang-ke, John Sayles, Lee Changdong, Otar Iosseliani, Sofia Coppola, Takeshi Kitano, entre otros), los panoramas (Europa del Este, Irán), las retrospectivas (Hal Hartley), los homenajes (Marco Ferreri), los rescates (cine australiano) y, claro, todo un espacio para descubrir películas y directores.

En total, entre cortos y largos, son 314 títulos. Unas cuantas recomendaciones se pueden encontrar en los sitios de siempre: el portal Otros Cines, la web de la revista El Amante y el blog de Roger Koza. Al regreso habrá, como en 2008 y 2009, algún breve comentario sobre lo visto. ■

Acusados, de Goodis a Piñeyro

Breve relato de intereses personales y rumbo incierto, con los mejores momentos como dudoso hilo conductor.

Anne Bancroft y Aldo Ray en 'Nightfall'
El número 192 de El Amante (mayo de 2008) tuvo una tapa doble, recurso habitual de la revista: Historias extraordinarias de un lado, Leonera del otro. Bastante más infrecuente fue que la revista pudiera comenzar a leerse desde cualquiera de las dos tapas: las páginas centrales, una para cada lado, marcaban el final de cada parte, una dedicada al décimo Bafici y otra a los estrenos comerciales del mes. Ambas tapas compartían el entusiasmado título: "El mejor momento del cine argentino". Entusiasmo que se extendió unos meses después a la tapa del número 195 (agosto de 2008): "El mejor momento del cine argentino continúa", se leía, sobre una imagen de María Onetto en La mujer sin cabeza.

Dos años y pico después no parece haber sido aquel el mejor momento del cine argentino, ni siquiera del Nuevo Cine Argentino, sobre todo porque un buen momento es mucho más que la suma de tres películas. En todo caso este momento, el actual, se muestra superior en cuanto a cantidad de buenas películas nacionales. Desde principios de año se estrenaron cerca de una decena de títulos locales de gran calidad: Excursiones, La Tigra, Chaco, Rompecabezas, Por tu culpa, Carancho, Francia, El hombre de al lado, El Rati Horror Show y Sin retorno.

Con recursos muy diferentes, las dos últimas películas de la lista se meten con un mismo tema, recurrente en el cine: el de una persona condenada por un crimen que no cometió. En su documental el omnipresente Enrique Piñeyro analiza el caso de Fernando Carrera -condenado a 30 años de prisión por la denominada "Masacre de Pompeya"- para dejar en evidencia las muchas irregularidades del accionar policial y judicial. Piñeyro no duda acerca de la inocencia de Carrera y lo demuestra de manera demoledora. Ahí radica la potencia de la película: el fondo es tan contundente que la forma, cuestionable en varios tramos y plausible de generar antipatía, pierde relevancia.

En Sin retorno, sorprendente ópera prima de Miguel Cohan, las culpas no recaen sólo en la Justicia y la Policía sino que son más amplias y, también, más difusas. Los medios y las propias víctimas, en una asociación peligrosa, juegan su parte. Pero a diferencia de films aleccionadores como Secretos íntimos (2006) o Camino a la redención (2007), aquí el director no baja línea ni pretende reconciliaciones tranquilizadoras. La película navega en un tono medio, sencillo en apariencia pero difícil de mantener, que no abandona nunca. Con los recursos narrativos justos y un uso inteligente de la elipsis, el relato ofrece siempre la información necesaria y el misterio pasa por saber qué va a ocurrir, qué harán los personajes ante determinadas circunstancias.

Hay una escena que lo muestra a Federico Samaniego, el personaje de Leonardo Sbaraglia, ya procesado por la Justicia pero muy relajado en su casa, junto a su intranquila esposa, con esa serenidad que sólo puede tener quien se sabe inocente. Todo lo contrario siente James Vanning, el protagonista de Nightfall (1947), gran novela de David Goodis. Como ese calor de los primeros párrafos que invade en grandes oleadas la noche de Manhattan, la certeza de saberse perseguido agobia a Vanning, acechado por la Policía y por una banda de ladrones que creen que se quedó con el millonario botín del asalto a un banco. Sabe que su libertad pende de un hilo, sufre su existencia porque -como escribió Juan Sasturain hace unos meses- "viene de algún lugar del dolor, pero se dirige en trineo, veloz, hacia el abismo". Una oración de los primeros capítulos describe el clima de la historia: "Todo había sido reemplazado por cierta confusión en la que se mezclaba algo de desesperanza, mucha soledad y mucha amargura, todo coronado por un toque de desesperación".

La novela, también conocida en inglés como Convicted o The Dark Chase, fue la primera obra del autor de Disparen sobre el pianista en llegar a Argentina. Con traducción de Estela Canto, se editó a principios de los setenta como Al caer la noche dentro de la colección Serie Negra que Ricardo Piglia dirigió para la editorial Tiempo Contemporáneo. Hoy, sin embargo, es más sencillo hallarla por unos pocos pesos en las mesas de usados como El anochecer, título con el que la editorial española Versal la incluyó en la colección Crimen & Cía. a mediados de los ochenta.

Como todos los grandes policiales negros estadounidenses del siglo pasado, Nightfall tuvo su adaptación cinematográfica. La dirigió el gran Jacques Tourneur y se estrenó una década después de la aparición del libro. Aldo Ray interpretó al perturbado Vanning, Brian Keith al jefe de la banda de delincuentes que lo persigue y James Gregory al dubitativo policía que lo investiga. El personaje de Marie Gardner, igualmente seductor aunque menos ambiguo que en el original, quedó para Anne Bancroft. Sin ser una obra maestra consigue atrapar el clima de la novela y, como la mencionada Sin retorno, hace de la concisión una virtud. Un muy buen un film noir aunque tardío, de cuando el género ya había atravesado su mejor momento.