Carancho, la película que marcó la agenda [*]

Ricardo Darín y Martina Gusman en 'Carancho'
Una de las críticas que se le suelen hacer al llamado Nuevo Cine Argentino -acaso la más inteligente y atendible, la que más vale la pena discutir- es que no suele conectarse con lo real, que en algunos casos se encierra en historias de chicos ricos que tienen tristeza en un país que aún exhibe las heridas provocadas por años de neoliberalismo.

Director de la iniciática Mundo grúa (1999), Pablo Trapero fue uno de los puntales de aquella renovación que el cine nacional vivió hace más de una década. Carancho, su más reciente película, ya es un éxito en la cartelera porteña y hoy se proyectará en una sección paralela del prestigioso festival de cine de Cannes. Pero no sólo eso.

Clarín y La Nación, los dos diarios más vendidos del país, coincidieron ayer en publicar notas sobre los denominados "caranchos", inescrupulosos abogados (como el interpretado por Ricardo Darín) que se aprovechan de la desesperación o ignorancia de las víctimas de accidentes de tránsito para estafarlas. Para eso cuentan con la complicidad de médicos, camilleros, choferes de ambulancias, empleados de funerarias y policías.

Carancho, la película, exhibe varios hallazgos cinematográficos. Pero además tiene el mérito de haber instalado en la agenda un tema tan sórdido como complejo al que hasta ahora no se atendía. Buen cine, popular pero no tribunero, que se mete con las urgencias de un país que a pesar de todo sigue siendo injusto. ■

[*] Esta columna fue publicada hoy en el diario La Razón de Buenos Aires.

Saludos desde Asbury Park, Nueva Jersey


El ambiente está en penumbras cuando comienzan a sonar los acordes de una guitarra. Se suman unos platillos que marcan el ritmo. "It's for P", parece decir alguien entre las sombras. Se escucha un piano algo alocado. Luego un saxo, que con apenas una nota prepara el terreno, da pistas sobre lo que está por venir. Y entonces se encienden las luces e irrumpe él: camisa de manga corta arremangada, barba desprolija, gorro de lana. Si no fuera por la guitarra que cuelga desde sus hombros parecería un homeless.

"Tenía la piel como el cuero / Y el aspecto duro como el diamante de un cobra", canta, más bien grita, con esa forma de gritar a la vez vehemente y afinada. Se acerca tanto al micrófono que sus labios alcanzan a rozarlo. Con un zoom la cámara muestra las manos del secretario de inteligencia Roy Bittan que golpean sobre el teclado. A un costado el saxo lo hace sonar el ministro del alma, secretario de la hermandad Clarence Clemons, de traje y sombrero blanco que contrastan con el color de su piel. "Estrellas de plata tachonaban mi ropa como una Harley en celo / Cuando me pavoneaba por la calle oía latir su corazón / La hermana casi se desmayó y dijo: '¿No es guapo ese tipo?' / El mutilado de la esquina gritaba: 'Unos centavos por piedad' / Los chicos de la gasolinera dicen muchas palabrotas / Es tan difícil ser un santo en la ciudad".

La cámara, no invasiva, se mantiene a cierta distancia. Casi no ofrece indicios sobre el lugar, el Hammersmith Odeon de Londres. "Y las hermanas de South Side son muy bonitas", escupe, con un "South Side" tan agudo que cuesta entender qué dice. "El mutilado de la esquina grita: 'Unos centavos por piedad' / Y los chicos de los suburbios dicen muchas palabrotas / Es muy difícil ser un santo en la ciudad".

La intensidad comienza a bajar hasta volverse casi inaudible. Apenas suenan el piano y la batería del ministro del gran ritmo Max Weinberg. El le da la espalda al público mientras distorsiona su guitarra, casi la hace llorar. A lo guitar hero mantiene un contrapunto con el ministro de la fe y la amistad Steven Van Zandt. De a poco se irán sumando todos los músicos en una impetuosa escalada sonora que concluirá de modo algo abrupto. Luego los aplausos ganarán la sala.

Él es Bruce Springsteen, el artista popular más grande de los últimos 40 años. Y manda saludos desde Asbury Park, Nueva Jersey. ■

Digresión: la situación en Crítica de la Argentina

Tapa del diario Clarín del 1 de agosto de 1998, con el conflicto en Perfil (click para agrandar)Cuando dejó de salir la primera versión el diario Perfil, el viernes 31 de julio de 1998, los principales medios del país le dieron una amplia cobertura a la noticia. Clarín puso el tema en tapa, como se puede ver en la imagen de la izquierda, y adentro editó la doble página central con el conflicto y dedicó una tercera para una entrevista con Jorge Fontevecchia. Algo similar hizo La Nación, que también colocó la noticia en su portada y ofreció un amplio despliegue en las páginas interiores.

Desde aquel momento pasaron casi 12 años y, qué duda cabe, los tiempos cambiaron. Ningún medio tradicional difundió algo acerca del conflicto en el diario Crítica de la Argentina, que no se edita desde el viernes. Lo que no deja de ser curioso dada la avidez actual por las noticias sobre los medios: en el último año y medio se publicaron gran cantidad acerca del cierre o la venta de diarios alrededor del mundo (en especial en Estados Unidos) y pronósticos de todo tipo (apocalípticos, en algunos casos) sobre el futuro del periodismo.

A continuación, entonces, se reproduce textualmente un comunicado difundido por la comisión interna. Además, los trabajadores tienen su propio blog.

"Los trabajadores del diario Crítica de la Argentina enfrentamos el atropello de una empresa que pretende descargar su crisis en nuestras espaldas. En los últimos seis meses, primero por la recomposición salarial y después por el elemental derecho a cobrar nuestro salario, realizamos distintas medidas de fuerza y movilizaciones. Durante todo ese tiempo, percibimos el sueldo en cuotas y con una ostensible demora respecto del plazo legal.

"El accionista mayoritario del diario es el español Antonio Mata, ex vaciador de Aerolíneas Argentinas, y su socio minoritario es Marcelo Figueiras, dueño de los laboratorios Richmond. Se habían comprometido a regularizar los pagos en abril, pero no lo hicieron. Habiendo comenzado mayo, la empresa aún no saldó los sueldos de marzo. Ante el riesgo de que el diario deje de publicarse y frente a las maniobras de vaciamiento que iniciaron ambos accionista, decidimos volver al paro y salir a difundir el conflicto, pidiendo la solidaridad de todas y todos para que 180 familias no queden en la calle.

"Recibimos apoyo en comisioninterna.criticadigital@gmail.com". ■