Mucho más que el relato de un asalto

Arturo Goetz en 'El asaltante', de Pablo Fendrik
Atención. En el siguiente texto se revelan detalles centrales del argumento.

Lo peor que se puede decir de El asaltante es que se trata de un mero ejercicio de estilo. La ópera prima de Pablo Fendrik -que en unas semanas estrenará su segunda película, La sangre brota- no busca ejercitar una manera de filmar, sino que pone esa decisión estética al servicio de una historia.

Afiche en francés de 'El asaltante'
EL ASALTANTE (2007)
Fecha de estreno: en Argentina, abril de 2007 en el Bafici y 9 de abril de 2009 en salas comerciales. País: Argentina. Duración: 67 minutos. Dirección: Pablo Fendrik. Producción: Juan Pablo Gugliotta. Guión: Pablo Fendrik. Fotografía: Cobi Migliora. Montaje: Leandro Aste. Elenco: Arturo Goetz, Guillermo Arengo, Germán de Silva, Maya Lesca, Bárbara Lombardo, Verónica Piaggio.

Un tipo de cincuenta y pico o sesenta (otra buena interpretación de Arturo Goetz) está parado frente a una escuela privada. Ingresa y la cámara lo sigue de cerca. No sabemos quién es ni qué hace o pretende hacer, algo que será una constante. Se presenta como el padre de un alumno que viene a pagar cuotas atrasadas, pero frente a una secretaria saca un arma. Roba y se va, con una aparente tranquilidad que hace pensar en un profesional. El asalto se muestra con un prolongado y preciso travelling, virtuoso pero sin alardes, y una cámara en mano que, inquieta, no hace más que brindarse a la narración. Transmite el nervio de una situación tensa.

La incertidumbre sobre lo que ocurrirá a continuación se adueña del espectador. No porque no se entienda lo que pasa sino porque se quiere saber. Fendrik evita flashbacks y todo tipo de recursos que podrían servir para insertar explicaciones. El protagonista deambula con un sentido que parece premeditado pero desconocemos. La cámara se le pega, se acerca tanto que recorta el contexto. Así será hasta el final, y sólo abandonará el punto de vista durante breves -quizá innecesarios- momentos.

En el medio hay una subtrama, indudablemente lo más torpe del film pero necesaria para entregar algunas pistas sobre lo que puede venir. O más bien sobre el carácter del personaje. Pero es en el final, que conviene no conocer de antemano, donde la película adquiere su real dimensión.

Se revela que el asaltante es el director de una escuela pública. Primero la sorpresa -para algunos será horror- de enfrentar dos mundos que aparentemente no se tocan: el hombre que educa a nuestros hijos es un chorro. Luego se disparan decenas de preguntas. ¿El tipo es un Robin Hood de la escuela pública? ¿Un docente mal pago? ¿Un clase media venido a menos? ¿Sólo un ladrón elegante? La película no lo dice, pero invita (¿obliga?) a pensarlo. Si terminara diez minutos antes sí sería un mero ejercicio de estilo, hasta una banalidad (similar a The Pleasure of Being Robbed, que se vio en el último Bafici).

Es ese final el que le otorga estatura política, sobre todo en un país donde los docentes están mal pagos y la educación rara vez ocupa un espacio más trascendente que los eslogan de campaña o la impostada preocupación de los noticieros, que limitan sus problemas a la cantidad de días de clase. En medio del necesario debate que comenzó Nicolás Prividera en La lectora provisoria, El asaltante es un buen ejemplo de que el cine puede involucrase con lo real, de que puede decir algo sobre el mundo sin caer en subrayados, sobreexplicaciones o panfletos ni olvidarse de contar una buena historia con recursos tan nobles como efectivos. ■

> El asaltante se exhibe únicamente en el nuevo complejo de cines Artecinema, que debe tener las butacas más cómodas del país. Queda en Salta 1620, a metros de la avenida Garay. Hay funciones todos los días a las 15, 16.30, 18.05, 19.40 y 21.15.

3 comentarios:

  1. Andrés: coincido totalmente. Hay un film político detrás de la aparente sencillez. Sin ese final que devela un dato clave sobre la identidad del protagonista, la película sería mucho más pequeña. Jamás pensé en el personaje como un ladrón, o en la paradoja de que un maestro sea también ladrón. Se nota que no tiene oficio de chorro y solo pude ver un hombre desesperado. Por supuesto que descubrir que es docente le da otro dimensión al asunto. Casi no tengo dudas de que es un buen maestro, además de un buen tipo.

    También pienso que el debate que inició Nicolás Prividera es necesario, fundamental, aunque me apenan las derivas agresivas y solipsistas a los que se llega en los foros de de un blog. Digo, es imprescindible tener estos espacios virtuales para discutir (hoy es eso o la Nada), pero hay un punto ineludible: seguimos aislados. Necesitamos nuevas formas de encuentro y discusión.

    Abrazos.

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  2. Yo tampoco pensé al personaje como un ladrón, incluso cuando sólo vemos lo que hace y aún no sabemos el por qué. Pero la película permite todo tipo de lecturas (como este disparatado comentario en Cinemarama, que no se si es irónico o no).

    Es cierto: los debates en la web siempre suelen caer en excesos. Pero es parte de las reglas de juego: todos pueden participar, en una especie de barbarie libre. La revista El Amante debería involucrarse (probablemente lo haga), pero también estaría bueno que la discusión se refleje, por ejemplo, en los suplementos culturales de los diarios (pienso sobre todo en Ñ y adncultura). De todos modos creo ver que el debate se está expandiendo: Diego Lerer le preguntó sobre el tema en Clarín a Rafael Filipelli, que gambeteo la respuesta escudándose detrás de un buen ejemplo.

    Un abrazo

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  3. Buena la aclaracion en "Atencion". Vuelvo cuando la haya visto, que sino me engancho leyendo, y ya veo que me contas el final!!!!!!!!!!!!!! ;-(
    SALUDOS!!!!!!!!!!!!

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