Sobre las películas que dicen que hay que ver antes de morir

Marlon Brando en Nido de Ratas, de Elia Kazan
Las listas suelen ser tan divertidas como irrelevantes. En el cine hay muchas, demasiadas, y todas corren detrás de una pretenciosa premisa: definir las mejores películas de la historia.

El canal de cable TCM (sigla de Turner Classic Movies) arranca mañana con el ciclo "50 películas que deberías ver antes de morir". Hasta el 25 de diciembre exhibirán, entre grandes clásicos y películas decididamente malas, medio centenar de films. En la gacetilla de prensa aclaran que 31 de ellas forman parte de las 100 mejores películas de todos los tiempos elegidas por el American Film Institute en el centenario del cine. Lista que, cuándo no, encabeza El ciudadano (Citizen Kane, Orson Welles, 1941), película largamente comentada en este blog.

El ciclo ofrece unos cuantos largometrajes exhibidos una y mil veces pero que vale la pena ver (o rever): Casablanca (Michael Curtiz, 1942), Río Bravo (Howard Hawks, 1959), Nido de ratas (On the Waterfront, Elia Kazan, 1954), 2001: una odisea en el espacio (2001: A Space Odyssey, Stanley Kubrick, 1968), Tiburón (Jaws, Steven Spielberg, 1975) y Manhattan (Woody Allen, 1979), por elegir sólo algunas. Y también otros que no valen demasiado la pena, como El graduado (The Graduate, Mike Nichols, 1967), Operación dragón (Enter the Dragon, Robert Clouse, 1973) y Kramer vs. Kramer (Robert Benton, 1979). La lista completa, que no toma demasiados riesgos, y las fechas y horarios se pueden revisar acá.

Pero TCM tiene un serio problema: su poco respeto por las obras originales. La mayoría de las películas se pasan dobladas, y no con el más adecuado idioma original subtitulado. Esto sin olvidar que a mediados de los ochenta la empresa de Ted Turner comenzó a colorear varios clásicos del blanco y negro. Casablanca fue una de sus más célebres víctimas.

1001 películas que hay que ver antes de morirEl título del ciclo es una clara referencia a un libro relativamente reciente y que tuvo mucha repercusión: 1001 películas que hay que ver antes de morir, editado por Steven Jay Schneider con la colaboración de 57 críticos de cine. Desde la iniciática Viaje a la Luna (Le voyage dans la lune, 1902), de Georges Méliès, hasta la sobrevalorada Millon Dolar Baby (2004), de Clint Eastwood, la lista del libro parece bastante bien armada. Se nota que hay un laburo fuerte detrás. Recomienda, por ejemplo, High School (1968), cinema-verité de Frederick Wiseman, hoy casi imposible de conseguir salvo alguna reposición en festivales o la búsqueda en el eMule.

El problema no son las listas en sí mismas. Lo que más molesta de este tipo de iniciativas es la tendencia a ofrecerlo todo digerido, lo que atenta contra la posibilidad de pensar. El enunciado es rotundo: antes de morir -nada más ni nada menos- hay que ver éstas películas, sean 50 o 1.001. Estas y no otras, según el imperativo título del libro. En este sentido el ciclo, al menos, tuvo el cuidado de escudarse en el potencial. ■

Miami Vice y la nostalgia ochentosa

Promoción de Miami Vice del canal de cable Retro
Página/12 publicó hace cuatro meses una nota en la que programadores de televisión y analistas opinan sobre el revival de los años ochenta en el cine y la TV. La reposición de series de la década y el estreno en los últimos años de varias remakes es una tendencia, sí, aunque no del todo nueva.

En general, se regresa a los ochenta con cierta nostalgia que suele quedar apenas en lo estético. "Esos raros peinados nuevos", como cantaba Charly. Colores fluo, luces de neón, peinados abultados, jeans nevados, sacos con hombreras... Pero, más allá de las movidas publicitarias como la del canal Retro, está claro que no todo lo que se hizo en esa década quedó encorsetado por una estética que hoy, por ridícula, resulta graciosa.

Don Johnson y Philip Michael ThomasJosé Luis Tasinazzo, uno de los entrevistados, sostenía en aquella nota: "En las series de los ochenta podemos destacar el cuidado del aspecto visual, los guiones. Se ve si se comparan Starsky & Hutch con Miami Vice: ves más movimiento de cámara, mejor fotografía, más criterio en la dirección de las escenas, más cuidado en lo estilístico, la noche está bien iluminada, como una película". Y agrega: "En los setenta se iluminaba el lugar en el que bajaba el personaje y nada más. En los ochenta se empezaban a contratar directores de cine para hacer capítulos. En Miami Vice llegó a estar Abel Ferrara, ni hablar de David Lynch en Twin Peaks".

Los ochenta no significaron un salto de calidad generalizado. Algunas series, como Miami Vice [1] y más tarde Historia del crimen, estaban bien hechas. Otras (El auto fantástico, Brigada A, MacGyver) no. Lo de Twin Peaks es distinto: se trata de una realización de autor y, además, es de comienzos de los noventa.

Hay que despegar algunas cosas de la nostalgia ochentosa. No es lo mismo Relax, de Frankie Goes to Hollywood, que Money for Nothing, de Mark Knopfler y sus Dire Straits, por citar dos hits de la época. No es lo mismo Human League que Depeche Mode. Ni hablar de enormes artistas como Madonna, Prince o Bruce Springsteen, que trascendieron largamente aquella década.

En este sentido Miami Vice (División Miami en Argentina, Corrupción en Miami en España) merece una vindicación. Las cinco temporadas de la serie (1984-1989), producida por Michael Mann, fueron interesantes al margen de los sacos arremangados de Don Johnson, la música de Jan Hammer, los tonos pastel de la comisaría, las chicas en bikini y algunas baladas pop insufribles. Tenía historias con algún grado de complejidad, bien guionadas, personajes con cierta profundidad más allá de su rol policial, una estética cuidada, buenos climas y algunas -pocas, es cierto- actuaciones sólidas, con Edward James Olmos a la cabeza. Era una serie adulta, relativamente compleja, que aportaba matices a la clásica antinomia policía-ladrón o buenos-malos. Nada extraordinario, pero claramente superior a la media.

Bruce Willis, Miles Davis y Frank Zappa en Miami ViceNo sólo Ferrara dirigió un par de capítulos. Participaron otros directores "cinematográficos" como Rob Cohen, Christopher Crowe y el propio Olmos. Y una lista enorme de cameos: Annette Bening, Bruce Willis, Viggo Mortensen, Ben Stiller, Chris Cooper, Wesley Snipes, Liam Neeson, Michael Richards, Chris Rock, Julia Roberts, Dennis Farina, Melanie Griffith, Benicio Del Toro, Don King, Roberto "Mano de Piedra" Durán, Gene Simmons, Ted Nugent, Frank Zappa, Phil Collins, Miles Davis, James Brown, Little Richard.

Algo similar ocurrió con la película de Mann [2], estrenada el año pasado. A diferencia de otras series de la época (Starsky & Hutch, Los dukes de Hazard, S.W.A.T.), con Miami Vice se tomaron ciertos riesgos para hacer una revisión más que una remake. Mann sólo mantuvo los nombres de los personajes, ciertas características y, en parte, el escenario. No hay cameos de los antiguos protagonistas y la acción transcurre en la actualidad, no es los ochenta. Se trata de un film furiosamente moderno, que refleja un mundo mucho más complejo. En este sentido es muy claro el diseño de los créditos finales: aparecen acompañados de la versión de Nonpoint de In the Air Tonight, clásico de Phil Collins utilizado en una escena célebre de Brother's Keeper, primer episodio de la serie. Lo que marca un anclaje con el original, sí, pero también una diferencia. ■

[1] Universal Studios editó en DVD las cinco temporadas de Miami Vice, aunque por ahora sólo se consiguen en zona 1.
[2] Michael Mann es uno de los pocos realizadores actuales que maneja la acción y la violencia en un código adulto, cualidad que no abunda en el cine maisnteam. Otra excepción podría ser Paul Greengrass y su saga de Bourne.

Segunda (y última) digresión del día

Como podrán notar, acabo de agregar AdSense, el servicio de publicidad de Google. Se trata de una serie de links pagos a sitios relacionados con el contenido de este blog. Por cada click que hagan allí Google recibe cierta cantidad de plata de los auspiciantes y, de eso, me paga (al menos, eso espero) un pequeño porcentaje.

No se muy bien por qué, pero la situación me resulta un tanto incómoda. Los avisos están a la derecha, bien visibles y diferenciables del contenido propio y auténtico del blog. Si tienen ganas pueden hacer un click cada tanto. Será agradecido.

Eso es todo. Desde mañana retomaremos nuestra programación habitual. ■

Digresión autorreferencial

Widget del díaMañana, durante todo el día, el widget de Cinematófilos estará en la portada de la web de beon.

¿Qué es un widget? Básicamente, una pequeña aplicación que se instala en la computadora y permite acceder desde el escritorio a funciones que se utilizan con frecuencia, como un reloj, una calculadora o un calendario. En este caso, ofrece la posibilidad de seguir las actualizaciones de Cinematófilos. Para saber sobre el asunto más se puede recurrir a la Wikipedia o a la sección en la que explico cuáles son las maneras de suscribirte a este blog.

Pero la idea de este post, más allá de lo autorreferencial, es dar a conocer el servicio que brinda beon: podés armar gratis un widget de tu blog, con algunas opciones configurables, y ofrecércelo a tus lectores. ■

Una pequeña joyita

Escena de Be with Me
El plano inicial, mientras pasan los créditos, ofrece unas cuantas pistas sobre lo que vendrá. La cámara inmóvil muestra el frente de un negocio y a un hombre que, con parsimonia, recoje sus cosas y cierra la persiana. Este minimalismo será una constante de Be with Me (Eric Khoo, 2005), una de las primeras películas (¿la primera?) que llega desde Singapur hasta el circuito comercial porteño.

Afiche de Be with Me
BE WITH ME (2005)
Fecha de estreno: en Singapur, 8 de setiembre; en Argentina, 8 de noviembre de 2007. País: Singapur. Duración: 93 minutos. Dirección: Eric Khoo. Producción: Tan Fong Cheng, Brian Hong, Kim Hoh Wong. Guión: Theresa Chan, Eric Khoo, Kim Hoh Wong. Fotografía: Adrian Tan. Montaje: Low Hwee-Ling. Música: Kevin Mathews, Christine Sham. Elenco: Theresa Poh Lin Chan, Ezann Lee, Samantha Tan, Seet Keng Yew, Lawrence Yong, Chiew Sung Ching, John Choong, Sherry Lim, Shaun Koh, Ng Sway Ah, Leong Koi Eng, Lynn Poh, Jason Tan, Elizabeth Choy.

Film coral, de una narración poco convencional plagada de silencios y sugerencias, cuenta cuatro historias que se cruzan. Un empleado de seguridad, voyeur con pocas ideas, enamorado de una mujer imposible a quien no se atreve a encarar. Dos amigas adolescentes que están descubriendo su sexualidad luego de haber coqueteado con el lesbianismo. Un comerciante que sigue lamentando la muerte de su esposa. Y una mujer de sesenta y pico, ciega y sorda, que relata una vida de esfuerzos.

Theresa Chan, que perdió la vista y la audición durante su adolescencia, se interpreta a sí misma. Una estética absolutamente austera, casi sin diálogos ni movimientos de cámara pero alejada de solemnidades, nos introduce en su increíble vida sin apelar a sentimentalismos ni golpes bajos. Resulta imposible no emocionarse con su historia: cómo aprendió a hablar inglés a pesar de sus limitaciones; el recuerdo del único amor de su vida, fallecido hace años; cómo se desenvuelve sola en un mundo hostil para gente como ella.

Entre el documental y la ficción, la película gana claramente cuando se acerca a lo primero. Los vaivenes de las dos teens y del guardia de seguridad son un tanto previsibles, y por momentos Khoo cae en cierta sobreexplicación que contradice el tono insinuante del resto de la película. Pero a medida que la narración avanza se impone la conmovedora autobiografía de Theresa y las ficciones que la rodean comienzan a desvanecerse.

Be with Me no es una gran obra. Pero sí una pequeña joyita, modesta, infrecuente por su origen y su desarrollo. Una película sobre la soledad que sabe cómo mostrar aquello que no se ve pero se siente. ■

Alex de la Iglesia habla sobre Tarantino


Acabo de ver Deaht Proof y Planet Terror, la última locura colectiva de Quentin Tarantino y Robert Rodriguez, que probablemente no pase por los cines en Buenos Aires y que en Estados Unidos se exhibió, junto a una serie de falsos trailes, como un doble programa bajo el título de Grindhouse. En los próximos días, cuando tenga algo más de tiempo, voy a postear sobre ellas.

Mientras tanto les dejo este video con la participación de Alex de la Iglesia en el programa Boyero y Cía, que conduce el crítico Carlos Boyero en el Canal+ de España. El director de El día de la bestia opina sobre Rodriguez (no puedo más que estar de acuerdo con sus palabras) y cuenta cómo fue su encuentro con Tarantino, lo que ofrece algunas pistas para saber de qué se trata esta curioso iniciativa. ■

Fue dicho

El travelling es una cuestión moral.
Célebre aforismo del francés Jean-Luc Godard, uno de los realizadores más teóricos del grupo de los Cahiers, referido al poder que el cineasta ejerce sobre el espectador. Una de las frases más citadas de la historia del cine, que dio pie a teorías y debates de todo tipo, aunque no esté del todo claro qué quiso decir exactamente. ■

> Actualización. Esta entrada fue revisada en una fe de erratas porterior.

Ahora el que sale del agua es él

Llego tarde y sin nada nuevo por decir. Pero es que en estos días vi la última de James Bond (serie de la que me perdí unas cuantas películas, que nunca atrapó mi entusiasmo) y algunas cosas me llamaron la atención.

Aquí el 007 se parece más al Bourne amnésico que al agente algo naíf que interpretaba Sean Connery. El Bond de Daniel Craig, tal vez un símbolo de estos tiempos, mata a sangre fría y sin piedad y no le importa si su martini está mezclado o agitado.

Pero sobre todo es notable el hecho de que en Casino Royale (Martin Campbell, 2006) no es Ursula Andress con su bikini blanco y sus caracoles. Tampoco es la hermosísima Halle Berry, con un naranja que se amolda a sus curvas perfectas y un cuchillo en la cintura. No, nada de eso. Ahora, con shorcito ajustado y lomo tipo patovica, el que sale del agua es él. Miren...

Cine, internet y blogs en Mar del Plata

Marfici 2007Hace diez días, mientras gran parte de la blogósfera local miraba hacia el Rosario Blog Day (pueden encontrar una buena crónica acá), se realizó otra actividad interesante pero que contó con mucha menos difusión.

En el marco del cuarto Mar del Plata Festival Internacional de Cine Independiente (Marfici) hubo un encuentro de editores y directores de sitios de internet y blogs dedicados al cine. Un buen resumen, bastante descriptivo de lo que pasó y lo que se dijo, se puede leer en Cinefania. La siguiente es la lista de todos los participantes y sus webs, donde también pueden encontrar información:
  • Alejandra Portela, del portal Leedor
  • Hugo F. Sánchez, de la revista virtual Subjetiva
  • Bruno Gradaschi y Macarena Magnani, del blog Cortoscopia

El fascinante imperio de Lynch

La sitcom de los conejos de Imperio
Héctor Gavira comentó en su blog parte de la obra de David Lynch (acá y acá) y subrayó, entre otras cuestiones, su pericia para crear climas. En Carretera perdida (Lost Highway, 1997) y El camino de los sueños (Mulholland Dr., 2001), películas entreveradas con las corroboró la fama de director hermético y de culto, Lynch se vale de recursos más bien clásicos para generar situaciones de tensión, inquietantes. La música, los sonidos, los silencios, las presencias y las ausencias, herramientas clásicas del cine, forman parte del repertorio al que suele echar mano. Aunque la obra en su totalidad pueda parecer incongruente, no se trata de cine experimental, de una sucesión de imágenes y sonidos sin sentido aparente. La historia es más o menos lineal hasta que se produce un quiebre (o varios) que desorienta.

Afiche de Imperio
IMPERIO (2006)
Título original: Inland Empire. Fecha de estreno: en Estados Unidos, 6 de diciembre; en Argentina, 13 de septiembre de 2007. País: Estados Unidos, Francia, Polonia. Duración: 180 minutos. Dirección: David Lynch. Producción: David Lynch, Mary Sweeney, Jeremy Alter, Laura Dern. Guión: David Lynch. Fotografía: David Lynch. Montaje: David Lynch. Música: Michael Brook. Música: David Lynch, Krzysztof Penderecki. Elenco: Laura Dern (Nikki Grace / Susan Blue), Jeremy Irons (Kingsley Stewart), Justin Theroux (Devon Berk / Billy Side), Harry Dean Stanton (Freddie Howard), Jordan Ladd (Terri), Julia Ormond (Doris Side).

En aquella dos películas hay, también, una particular atención por lo visual. Lynch es un director pulcro, que cuida la imagen. La fotografía y la iluminación colaboran en la creación de ambientes tan densos como agradables. Algo similar ocurre con la música de Angelo Badalamenti.

Imperio (Inland Empire, 2006) mantiene algunas de estas características y se deshace de otras. Filmada durante más de tres años entre Los Angeles y Polonia, construida de manera poco ortodoxa, con un guión que se fue escribiendo al andar, sin que nadie tuviera demasiadas precisiones sobre lo que estaba haciendo, la película muestra un Lynch exacerbado al paroxismo.

Aquí no hay refinamiento visual ni sonoro. Lynch filmó en digital con una Sony PD-150, modelo casi obsoleto que se ofrece en eBay por menos de mil dólares, lo que produce una textura rugosa, incómoda, por momentos similar a la de una filmación casera. Tampoco está Badalamenti: el propio Lynch se encargó de la música.

La sensación general, casi unánime al abandonar la sala es que no se entendió nada. Los más obsesivos habrá corrido hacia la PC en búsqueda de esas respuestas tan dudosas como categóricas que ofrecen decenas de sitios de internet. Otros, si se quedaron hasta el final de la proyección, probablemente hayan borrado casi de inmediato la película de su cabeza.

Aquí la cuestión debería pasar por otro lado. ¿Es necesario entender una obra de arte (porque Imperio lo es, en la acepción más profunda y tradicional del término)? Más que comprender hay que disfrutar. Relajarse, quitarse los prejuicios de encima y dejarse llevar por una continuidad de imágenes sin aparente sentido que sucesivas revisiones irán ayudando a desentrañar. Tampoco tiene demasiado sentido arriesgar interpretaciones. Como escribió Susan Sontag, "la efusión de interpretaciones del arte envenena hoy nuestras sensibilidades".

Es que Imperio puede ser vista tanto como la historia de una mujer que siente que ningún lugar es seguro como la de una película maldita que termina abusando de sus personajes. Film de largo aliento, por momentos es fascinante y en otros, tedioso. Tan ambiguo que de a ratos cuesta entrarle. Deshorienta, algo que podía preverse, pero también incomoda. Entre el placer y el suplicio, Lynch ya no juega con los límites sino que deliberadamente los ignora.

Laura Dern en una escena de Imperio
Y hasta aquí no hubo ni una sola línea sobre el argumento. Es que resulta difícil establecer una síntesis sin caer en un texto de gacetilla de prensa. Se podría decir -esto es parcial y harto discutible- que Laura Dern (interprete valiente y de una belleza inoxidable) es Nikki Grace, reconocida actriz que pretende un anhelado papel. Horas antes de conseguirlo recibe la perturbadora visita de una vecina (Grace Zabriskie) que advierte acerca de supuestos maleficios que caen sobre la película. Poco antes de comenzar el rodaje, Nikki y su compañero de elenco (Justin Theroux, el director de cine en El camino de los sueños) se enteran de que la historia se quiso filmar antes pero no se terminó porque los actores fueron misteriosamente asesinados.

El primer tercio de Imperio se mueve por carriles más o menos convencionales. Pero Nikki pasa a ser Grace y a medida que la película avanza se torna más difícil diferenciarlas. Es allí cuando los espectadores comienzan a hablar y las señoras gordas, esas que se pintan los labios y se ponen un tapado de piel para ir al cine, abandonan la sala. Que se jodan. Más allá de lo ciclotímico de la experiencia, Imperio es una acontecimiento que ningún amante del cine (y esto es una verdad que pondría colorado al mismísimo Perogrullo) debería dejar pasar. ■

> Actualización. Esta entrada fue parcialmente revisada en una fe de erratas posterior.

El peor director de la historia


El video que abre este post, de sólo 32 segundos, contiene el fragmento de una escena de La melodía de Broadway (The Broadway Melody, Harry Beaumont, 1929), film de argumento banal que apenas trascendió por dos cuestiones: ganó el Oscar como mejor película en 1930 y fue una de los primeros grandes musicales de Hollywood.

La escena, vista hoy, también parece irrelevante. Pero muy distinto fue a fines de la década del veinte, cuando el cine sonoro aún exploraba sus posibilidades. Se ve cómo la expresión de Bessie Love (Hank Mahoney en la ficción) va cambiando mientras se escucha, sin mostrarse, una puerta que se cierra y el motor de un auto que parte. El personaje reacciona ante algo que no se ve, se oye. El dato no es menor: lo que en el período mudo hubiese requerido varios planos (al menos tres: la actriz mirando por la ventana, el auto que arranca y el rostro entristecido) aquí se resuelve con uno. Luego de los experimentos iniciales, el cine comenzaba a consolidar un nuevo lenguaje en el que el sonido y la imagen eran complementarios. Ya no todo debía mostrarse.

Más de 62 años después, con el sonido y el color establecidos desde hacía rato, se estrenó en Argentina Delito de corrupción (1991), última película de un director prolífico, en la que un padre y un hijo se enfrentan desde lados opuestos de la ley y en la que una chica muere por sobredosis después de... ¡pegarle una pitada a un porro! Los invito, entonces, a ver el siguiente video.


Queda claro: quienes sostienen que Ed Wood es el peor director de la historia nunca vieron una película de Enrique Carreras. ■

Ciclo: crítica y cine en Argentina

Mes cinéfilo en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Durante noviembre habrá dos debates sobre el estado de la crítica y del cine en Argentina. Uno, denominado "Alta tensión", pinta interesante porque junta a dos tipos con, supongo, miradas contrapuestas: Pablo Sirvén, jefe de la sección espectáculos del diario La Nación, y Gustavo Noriega, director de la revista El Amante. Y además se proyectarán cuatro películas, siempre en la Sala Batato Berea (Corrientes 2038) y con entrada gratis.
  • El lunes 5 a las 20 se verá El desprecio (Le mépris, 1963), de Jean-Luc Godard, que se inscribe en la ola cinéfila de los Cahiers du cinéma. Aquí Fritz Lang, que interpreta a un director, pronuncia una de las frases más famosas del cine. Atención: se exhibe sólo con subtítulos en inglés.
  • El lunes 12 a las 20 será el turno de La última película (The Last Picture Show, 1971), notable obra de Peter Bogdanovich, nostálgica, que muestra el final de una era. Es interesante comparar la mirada lúcida de Bogdanovich con la de otra película mucho más vista, que no es nostálgica sino sensiblera, y que también habla de la muerte del cine clásico: Cinema Paradiso (Nuovo cinema Paradiso, Giuseppe Tornatore, 1989) y su insufrible "¡Toto, Toto!".
  • Y el lunes 19 a las 20 será el turno de El mundo de los Feebles (Meet the Feebles, 1989), segunda película de Peter Jackson, cultor de una cinefilia mucho más cercana al estilo celebratorio y festivo de los frikis.
  • Además, los jueves 15, 22 y 29, también a las 20, se verá Cinéfilos a la intemperie (2005), documental de Carlos Oscar García y Alfredo Slavutzky que muestra testimonios, recogidos entre 1989 y 1990, de críticos y directores.
Para más detalles se puede consultar la página web del Rojas: www.rojas.uba.ar. ■

En defensa de la diversidad cultural

El director del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), Fernando Martín Peña (conductor, además, de un muy recomendable programa en Canal 7), difundió hace unos días una carta abierta destinada a quien fuera el ministro de Cultura de la futura gestión de Mauricio Macri en la Ciudad. Hoy, ya confirmada la designación de Hernán Lombardi, lo del "ministro misterioso" queda un poco viejo.

El BAFICI funciona como un contrapeso ante la masiva llegada de los tanques hollywoodenses, como un espacio en el que otro cine, otras miradas del mundo, tienen su lugar. Con aciertos y errores (más de los primeros que de los segundos) fomenta la diversidad cultural, lo que vale la pena defender. Por eso, a pesar de lo ocurrido desde su difusión hasta hoy, ahí va la carta, a la que adhiero. Sobre todo teniendo en cuenta el poco aprecio que suele mostrar Macri por la cultura. El texto fue tomado de la página web de la revista El Amante.


Carta abierta al ministro misterioso

Estimado señor o señora,

Quizá le sorprenda recibir la presente antes de ser designado por las autoridades electas, pero más me sorprende a mí no saber aún quién es usted. Admito que, como contratado de su ministerio, el enigma que rodea a su persona ha resultado ser un eficaz pasatiempo que nos mantiene entretenidos formulando pronósticos y traficando rumores. Pero al mismo tiempo, permítame confesarle que, como ciudadano, estoy asustadísimo. El tiempo dirá si su ausencia equivale a la ausencia de una política cultural, o si ésta existe y nadie se anima todavía a asumir la responsabilidad de llevarla a la práctica.

Debo decirle que desde noviembre 2004 soy el director artístico del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), evento de su Ministerio que es considerado el más importante de su tipo en Latinoamérica. Le aclaro que puedo asegurar esto sin pecar de inmodesto porque esa valoración fue lograda y consolidada por las gestiones precedentes. Lo que hicimos luego fue mantenerla, pese a los cambios institucionales, a las sucesivas complicaciones logísticas, a la debilidad estructural de un evento que todavía no está protegido por ley alguna y a los vaivenes del apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales.

Le cuento todo ésto porque el BAFICI es el motivo de la presente. Para llevarlo a cabo estoy contratado, como la mayor parte de mi equipo, hasta el mes de diciembre y, como el evento tiene lugar en abril, es evidente que su futuro es incierto. Hace unos meses tuvimos un par de conversaciones con el Sr. Ignacio Liprandi, que aparentemente representaba a las autoridades electas y nos ofreció continuar, pero dichas conversaciones fueron más informativas que concluyentes. Varios temas importantes quedaron pendientes y luego no volvimos a saber de él, por lo que nuestra impresión de incertidumbre se incrementó. Después nos llamaron de parte del señor Rodríguez Felder, que aparentemente representaba a las autoridades electas, y nuevamente nos ofrecieron continuar pero quien no continuó fue Rodríguez Felder.

El problema es que a esta altura del año se hace necesario tomar algunas decisiones básicas que dependen de su voluntad política, como por ejemplo si se hará el décimo BAFICI o no. Nosotros venimos trabajando desde mayo sobre la primera hipótesis, pero la decisión es suya, así como el presupuesto real que se le asignará y que quizá no tenga nada que ver con nuestras proyecciones, basadas en las cifras de las ediciones previas. Antes de que se entere por terceros, déjeme decirle que el BAFICI no proporciona rédito económico alguno, ya que el precio de la entrada no está en relación con el costo del evento. Si el BAFICI fuera económicamente rentable, hace años que sería un evento privado y de acceso mucho más restringido. Hemos trabajado con la convicción de que su principal rédito es cultural y reside en el hecho de acercar al público de la ciudad una muestra representativa de lo mucho que se produce durante el año y que los circuitos privados de nuestro país no quieren ni pueden contener. Seguramente el BAFICI no es suficiente para mejorar de manera definitiva la cultura audiovisual de una ciudad como la nuestra pero, hasta la fecha, es lo mejor que ha desarrollado su ministerio en la materia. Si le parece, otro día podemos charlar sobre la utilidad de que la ciudad tenga un circuito de salas propias, siempre y cuando Ud. no considere que, como ya nos han dicho otros allegados a las autoridades electas, “gastar más dinero en cultura sería obsceno”.

Con todas estas consideraciones en cuenta y suponiendo que Ud. quiera seguir adelante con la décima edición del BAFICI (con o sin nuestra planificación) le espera a Ud. un problema aún más complejo porque implica a la burocracia administrativa de la ciudad: cómo disponer de los fondos necesarios en tiempo y forma para preproducir semejante evento, dado que Ud. deberá comenzar a utilizarlos en el mes de febrero 2008 y la ciudad, por sus peculiares tiempos administrativos, no querrá dárselos hasta abril. Para lograr realizar sin tropiezos la edición 2007, por ejemplo, se hicieron previsiones económicas que comenzaron a tramitarse en el mes de octubre 2006. Pero para repetir esa experiencia hay que tener en cuenta dos variantes importantes: en primer término, éste fue un año electoral y esa circunstancia acelera sorprendentemente todas las voluntades; en segundo término, Ud. aún no está.

Es para compartir todas estas inquietudes que me pareció pertinente comunicarme con Ud. Lo hago a título estrictamente personal, aunque sospecho que no soy el único preocupado de su área. Por eso prefiero escribirle ahora, ya que cuando se revele el misterio de su identidad seguramente estará Ud. muy ocupado.

Cordialmente,

Fernando Martín Peña
DNI 20.521.275

Fue dicho

El film está muerto, pero ¡larga vida al cine! Enfrentémoslo: el cine será electrónico, la imagen digital es joven: imaginen cuando crezca...
Francis Ford Coppola y el futuro del cine. Fue el sábado en Buenos Aires, ante cientos de estudiantes y egresados de la escuela de cine del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). ¿Lo que vendrá? ■

¿El hermano menor de quién?

Denzel Washington en una escena de Déjà Vu
¿Cuándo dejaremos de denominar peyorativamente a Tony Scott como el hermano menor de Ridley? Es cierto que tiene unos cuantos bodriazos en su carrera y que varias de sus películas son ideológicamente muy jodidas. Pero la mayoría son de esas que cada vez que las pescamos en el cable las volvemos a mirar, aunque más no sea alguna escena. ¿O acaso no vieron miles de veces a Tom Cruise sentado en su moto con la puesta del Sol de fondo mientras suena Take my breath away? ¿O al mismo Cruise mientras explica qué es la succión en una de las piernas perfectas de Nicole Kidman? Ridley, en cambio, no debería poner mucho más que Blade Runner (1982) en su curriculum.

Afiche de Déjà Vu
DEJA VU (2006)
Fecha de estreno: en Estados Unidos, 22 de noviembre; en Argentina, 4 de enero de 2007. País: Estados Unidos. Duración: 128 minutos. Dirección: Tony Scott. Producción: Jerry Bruckheimer. Guión: Bill Marsilii y Terry Rossio. Fotografía: Paul Cameron. Montaje: Chris Lebenzon. Música: Harry Gregson-Williams. Elenco: Denzel Washington (Doug Carlin), Paula Patton (Claire Kuchever), Val Kilmer (Paul Pryzwarra), Jim Caviezel (Carroll Oerstadt), Adam Goldberg (Alexander Denny).

El menor de los Scott tiene la capacidad -no del todo habitual en estos días- de hacer films entretenidos. Es raro que alguien la pase mal en el cine. Esto es lo que ocurre con Déjà Vu (2006), su última película. Y Tony es, además, un director muy ganchero: más que modernas, sus películas son de época. Por eso, aunque suelen envejecer muy pronto, no dejan de tener cierto atractivo. Es lo que ocurrió con las mencionadas Top Gun (1986) y Días de trueno (Days of Thunder, 1990).

A diferencia de Hombre en llamas (Man on Fire, 2004), Déjà Vu no es una película fascista. Lo que la hace más disfrutable. Sólo hay que aguantar el golpe inicial, cuando una cuestión tecnológica amenaza con sacar la trama de registro, volverla inverosímil. Vamos a ver una de acción y de pronto nos encontramos con una de ciencia ficción. Pero pasado el sobresalto, una vez que nos acomodamos, viene lo mejor: un manejo del tiempo y el espacio con cierta reminiscencia a la primera Terminator (James Cameron, 1984). Y una escena, la de la persecución (mitad en el pasado, mitad en el presente), de notable factura. Se trata de una buena película, nada más ni nada menos.

En el número de febrero pasado de la revista El Amante, Federico Karstulovich comparó las películas de Tony Scott con milanesas a la napolitana con papas fritas a la provenzal. Para seguir con las figuras gastronómicas, yo diría que más bien son como un combo de Burger King: sabemos que hacen mal y ponemos un montón de reparos ideológicos al respecto, pero nos gustan y cada tanto regresamos. ■

Breve (o no tanto) digresión electoral

La cobertura de los medios masivos (entre los que incluyo el pequeño vespertino en el que trabajo) en estas últimas elecciones, demasiado enfocada en las formas y no en el contenido, dejó bastante que desear. Los mejores análisis y reflexiones, entonces, se leyeron otra vez en los blogs. Una larga lista de periodistas, sociólogos, politólogos, historiadores, estudiantes, militantes o simplemente tipos sin una formación académica tradicional suelen ofrecer, muchas veces desde el anonimato, buena y diversa reflexión política, algo que no abunda en los grandes medios.

Por caso, esta semana los diarios llenaron páginas intentando explicar quiénes fueron los votantes de Elisa Carrió, pero ninguno llegó al nivel de análisis que desplegó El Criador de Gorilas acá y acá. Lo mismo ocurre con esta entrada de María Esperanza en La Barbarie, que trascendió la blogósfera y llegó hasta Página/12. O con este post en Mide/No Mide en el que se reflexiona sobre las identidades políticas y el regreso (si es que alguna vez se fue) del "voto gorila".

Podríamos sumar entradas de Mendieta el Renegau y Ramble Tamble, por citar sólo algunos. Aquí pueden encontrar una buena lista de blogs políticos y económicos en los que se suelen leer cosas interesantes. Pero, hay que admitirlo, lamentablemente este tipo de espacios no conforman el núcleo central de la blogósfera argentina, mucho más interesada en concebir a la tecnología como un fin en sí mismo. Algo similar ocurre con el cine: aunque existen blogs que apuntan a la reflexión (como los que integran el blogroll de Cinematófilos), dominan los frikis y los chimenteros.

Más allá de la digresión aquí, un blog de cine al fin, dedicaremos las líneas finales al tema que nos convoca habitualmente. Existen decenas de films relacionados con las elecciones. Así, de memoria, entre los que vi y recuerdo recomiendo un documental que se inscribe dentro del cinéma-vérité (también conocido como "cine-verdad").

The War Room (1993), de Donn Alan Pennebaker y Chris Hegedus, se mete en la cocina de la campaña electoral que en 1992 llevó a Bill Clinton hacia la presidencia de los Estados Unidos. Lo hace a través de los encargados de la estrategia electoral: George Stephanopoulos y James Carville (el de la famosa frase "¡Es la economía, estúpido!" y que, según Clarín, en esta campaña criolla asesoró a Daniel Scioli). Sin entrometerse pero siempre presente, la cámara del matrimonio Pennebaker-Hedges retrata de manera notable las estrategias políticas desarrolladas para sostener un producto publicitario; en este caso, la marca "Clinton for President". Además hoy, luego de los ocho años del demócrata en la Casa Blanca -escándalos mediáticos y sexuales mediante- y con la posibilidad cada vez más cierta de que Hillary reemplace a Bush, el film permite varias relecturas.

La película, nominada al Oscar en 1994, se vio en el último Bafici en el marco de una retrospectiva de la obra de Pennebaker. Incluso él (que tiene más de 80 pero parece de 60) y Hegedus estuvieron en la sala durante una de las proyecciones. Pero aunque está editada en DVD puede resultar complicado conseguirla en Buenos Aires. ■